El apellido Anchorena, al que todo argentino con educación primaria pudo haber accedido en el cuaderno escolar del Cabildo, la Revolución de Mayo, o el Congreso de Tucumán, tiene en nuestro país connotaciones que rozan el mito, en tanto éste alude "al relato de tiempos fabulosos y heroicos". Lejos está, por cierto, de aquellos tiempos, la Argentina actual, "plaga de tilingos, cuyo snobismo no está dirigido a la reivindicación de la aristocracia o de ciertos valores tradicionales, sino hacia el poder liso y llano del dinero y sus beneficios en el contexto -y el ejercicio- de un capitalismo salvaje". Quién así habla, Manuel Norberto José de Anchorena (66), ex embajador argentino en Londres durante el gobierno peronista en la década del '70, se define como "heredero de una clase dirigente, que era un verdadero patriciado, la misma de Don Juan Manuel de Rosas, que gobernó con un sentido nacional, con un sentido de riqueza del propio país y lo defendió de los extranjeros que pretendían invadirnos".
El escudo: Testimonio de "la verdadera nobleza patricia de los Anchorena, de cuyos antepasados me enorgullezco"
El doctor Manuel de Anchorena explica que los títulos de nobleza (y escudos) otorgados en España por el rey a los hidalgos, tuvieron como destinatarios en la zona vasca -entre otros- a los Anchorena. Este punto -controvertido, de acuerdo con los ensayos de diversos investigadores-, merece la pena ser registrado. Tanto el historiador Andrés Carretero (autor de "Los Anchorena: política y negocios en el siglo XIX" como el sociólogo Juan José Sebreli autor de "La saga de los Anchorena", Ed. Sudamericana, 1985) coinciden con Carlos Ibarguren (h) en la existencia de un escudo de armas ajedrezado de plata y negro que la familia Anchorena lucía en la fachada de su casa, ubicada en el valle de Baztán, en Navarra, sobre las vertientes de los montes Pirineos. Pero -y aquí la gran discusión- mientras Ibarguren sostiene que el escudo de armas fue concedido por el rey Sancho abarca a los Anchorena, por su valor y lealtad en defensa de su rey, y por su carácter de hidalgos (de sangre noble), Sebreli dice que el escudo había sido otorgado en 1212 "a todos los habitantes del valle de Baztán por igual, por su actuación en la batalla de Navas".
Ibarguren arremete con otras pruebas provenientes de una "Certificación de Genealogía, Nobleza y Armas", expedida en favor de doña Matilde de Anchorena y Castellanos, de 1921, uno de cuyos párrafos dice: "La nobleza que de inmemorial gozaban las familias primitivas de los pobladores del Valle (entre ellos, los Anchorena) fue declarada y confirmada en la sentencia del pleito iniciado en el año 1412 por el Fiscal de Navarra sobre dominio de veinte leguas en lo más ameno y fragoso de los Pirineos.... y el 15 de abril de 1440, confirmada por el príncipe Don Carlos de Viana, por su Real Cédula firmada en el Monasterio de Santa María de Irache, el 6 de octubre de 1441, diciendo: 'Según derecho, fuero y probanza judicial, declaramos ser los dichos Vecinos y Moradores de la dicha tierra de Baztán, así Clérigos, como Legos, Hijosdalgos francos e indemnes de todo pecho o servitud'".
El meollo de la cuestión entonces, se cifra en el origen del primer Anchorena que llegó a estas tierras, Juan Esteban de Anchorena y Zundueta, nacido el 15 de febrero de 1734, hijo de Domingo Anchorena Elía y de Juana Fermina de Zundueta.
Para Sebreli, aquel Juan Esteban Anchorena que llegó de 17 años al virreinato en plan de "hacer la América", era un 'segundón' (al no ser primogénito, así eran llamados los hijos menores) 'de clase media pobre', a quien por ser 'segundón aristocrático', le tocó en suerte "una ciudad de segundo rango como la Buenos Aires del siglo XVIII, en lugar de Méjico o Lima, los grandes centros de aquel entonces".
Según esta versión, Juan Esteban instaló una pulpería en 1767, en un contexto socioeconómico en el que la población de Buenos Aires se dividía entre 'vecinos', algo así como la clase de los patricios y 'estantes' -comerciantes, profesionales y jornaleros-. Según Sebreli, "detrás del mostrador del tendejón, Juan Esteban hizo sus primeros contactos con los grandes señores que lo ayudarían en su ascenso".
Así, se casó con una criolla de familia arraigada, doña Romana Josefa López de Anaya, el 4 de septiembre de 1775. Y es esta unión la que marca el comienzo de la historia de los Anchorena en nuestro país.
Jamás podrán ponerse de acuerdo en esto del origen, Ibarguren y Sebreli, (quien se apoya a su vez en Carretero). Las tintas se cargan por ambas partes en la evaluación del primer Anchorena. Ibarguren considera ofensivo que un ancestro suyo "pueda haber estado en mangas de camisa detrás de un mostrador". Había un dependiente, asegura. "Y Juan Esteban se ocupaba de realizar transacciones de mayor cuantía mostrando un formidable espíritu de empresa gracias al cual acumuló enormes ganancias en dinero y bienes de capital que acrecentarían después, en mayúsculas proporciones, sus tres hijos y más tarde recaerían por herencia en los numerosos descendientes de ellos".
Harto de que resten alcurnia a los Anchorena, de quienes desciende, escribe refiriéndose al libro de Sebreli: "... al final del libro, uno acaba por comprobar, no sin pizca de orgullo, la importancia y el renombre que aún mantienen las familias patricias en la Argentina y queda convencido, firmemente, que nadie escribirá jamás un volumen de 348 páginas dedicado al apogeo y ocaso de los Sebreli".
La discusión y los choques de estos extremos, en pugna, (Sebreli dedica un capítulo de su libro a denostar a Carlos Ibarguren padre), no dejan de provocarnos cierta sonrisa divertida en este fin de siglo posmoderno, en el cual la Argentina parece seguir atrasando respecto el mundo -el primero-. Allí, en Inglaterra, por ejemplo, los medios de comunicación se especializan en mostrar abiertamente (y con detalles), que el heredero del trono de Su Majestad la Reina Isabel II, el príncipe Carlos, prefiere estar ubicado en un lugar 'francamente insospechado' y muy íntimo entre las piernas de su amante Camilla Parker Bowles, antes que en el trono, aunque oficialmente insista en declarar lo contrario.
Todo es relativo; depende, claro está, del cristal con que se mire. Lo cierto es que los Anchorena, a partir del esforzado Juan Esteban, padre de Tomás Manuel, Juan José Cristóbal y Mariano Nicolás, llegan al siglo XIX con una gran fortuna. En 1815, dice Andrés Carretero, ya habían podido comprar varias propiedades en la ciudad y tenían una quinta para ir a pasar los veranos. Empiezan -también- a comprar campos en la provincia de Buenos Aires con el asesoramiento de Juan Manuel de Rosas. En ese año '15, compran el primer campo
Hola soy Anchorena por parte de madre y quisiera contactarme con otros anchorena para ver si tenemos algun lazo familiar ya que poco se de mi desendencia. Soy de Uruguay.roferan2006@yahoo.com
ResponderBorrarOlga Marìa Anchorena Fernandini (olgamaria566@hotmail.com)-Lima-Perú, bisabuelo Argentino (Luis Anchorena Flores)
ResponderBorrarEstimados Anchorena: En facebook existen varios grupos que aúnan a los miembros de la familia Anchorena, espero que la información les sirva. Saludos.
ResponderBorrarGRUPO FAMILIAR
ResponderBorrarDescendientes y familiares de Nicolás Hugo de Anchorena (1828-1884) y Mercedes Castellanos de la Iglesia (1840-1920).
www.facebook.com/groups/anchorena.castellanos
Hola soy nieta de Anchorena, a mi abuela les mataron a los padres, porque uno de los Anchorena era el primo del padre de mi abuela, y este estaba haciendo una campaña política en Argentina y lo desterraron, no tenia un centavo ni donde ir y se fue a la casa de su primo a la Estancia, y le pidió a su primo que lo ayudara para la campaña política y mi bisabuelo le dijo que no, y este que hizo los mandó a matar y de la noche a la mañana se encontró la la fortuna y regreso a Buenos Aires, cuando al pasar de los años este muere el hijo dona la Estancia al Gobierno de URUGUAY, hay mucho mas esto no es todo.
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