sábado, octubre 10

La Familia Alvear

Descendientes de Hidalgos de Castilla

La familia de los Alvear (una de las tres A famosas de estas tierras que integran -también- los Anchorena y los Alzaga) no ofrece ningún margen de duda respecto de su origen aristocrático. Ni los miembros que la integran, ni sus biógrafos se plantean la posibilidad de entablar discusiones al respecto, Félix Luna, por ejemplo, que no utiliza eufemismos para referirse al patriciado en su libro Alvear (Hyspamérica) afirma: "Es absurdo hablar de aristocracia en la Argentina. En las grandes familias porteñas, basta trepar un poco el árbol genealógico para topar con el abuelo contrabandista o bolichero"... para finalizar luego diciendo: "Probablemente era la de Alvear una de las pocas familias argentinas que podía jactarse de una real aristocracia... un tronco de origen castellano, radicado hacia el siglo XVIII en Andalucía, linaje prolífico y de actuación lúcida".

Lo cierto es que el primer de Alvear que llegó al Río de la Plata -Don Diego Estanislao de Alvear y Ponce de León (1749-1830)- procedente de Montilla, una alegre población cordobesa, traía además de una fina estampa -rostro aguileño, grandes ojos rasgados y modales corteses-, un título de marino y experto en ciencias, y un linaje intachable, que venía de lejos, (su abuelo, Diego de Alvear y Escalera, había adquirido en 1729 en Montilla, casas y fincas, para fundar bodegas). No habrá viajado pues, don Diego hasta el virreynato para "hacer la América". Por el contrario, cuando llegó, en 1777, traía una misión específica: ver en el terrno si los límites establecidos por el Tratado de Tordesillas para América coincidían con la teoría.
Diego se vinculó con las familias más conocidas de la sociedad colonial. Bailes, tertulias, visitas a las casas, cuenta Pedro Fernández Lalanne, en su obra "Los Alvear" (Emecé). Así conoció a su futura esposa, María Josefa o Pepa Balbastro, con quién se casó el 2 de abril de 1782. Y con ella partió hacia las inhóspitas regiones del Río Grande y de las antiguas misiones para efectuar sus tareas de demarcación de límites. Durante 18 años, los Alvear vivieron en la selva, período en el cual don Diego supo demostrar los alcances de su formación académica y un espíritu aventurero y pragmático de infrecuente solidez.
A principios del siglo XIX, Diego y su familia, una prole numerosa, deciden regresar a España.
Lejos estaban de imaginar que la tragedia estaba cercana.

La travesía debía realizarse en varios barcos: la fragata Mercedes, Medea y Clara. En la fragata Mercedes iban la mujer de Alvear y sus hijos, salvo Carlos, el mimado y caprichoso, quien se empeñó en viajar con su padre en la Medea. Ese capricho le salvó la vida, cuando la fragata Mercedes voló por los aires a manos de los ingleses.



"Desde la Medea -memoraba don Carlos de Alvear, su tataranieto (1907-2001)- Diego y Carlos (arriba su imagen) verían como hundían la Mercedes con toda su familia a bordo. Las cenizas del barco -que estaba a unos 200 metros- les cayeron sobre las manos."


Quizá marcado por este dramático episodio, Carlos, el hijo sobreviviente llegaría a ser el general Carlos María de Alvear, diputado de la Asamblea Constituyente de 1813 y, en 1815, Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Don Carlos de Alvear recuerda: "Nadie sabe muy bien porqué Carlos Antonio -que así se llamaba- se sacó el Antonio y se puso María, como segundo nombre. Quizá se lo haya puesto en honor de su madre, muerta en el naufragio...", sospecha.

Del matrimonio de Carlos María de Alvear y Carmen Sáenz Quintanilla entre otros hijos sobresale la figura de don Torcuato de Alvear (1822-1890) artífice de la gran transformación edilicia de Buenos Aires, de la que fue intendente.
Un hermano de Torcuato, Diego de Alvear, se destaca en la historia familiar por su refinamiento y costumbres muy al estilo europeo. Fundador del Club del Progreso, ministro plenipotenciario en Inglaterra, cuando asume la presidencia de la República el general Roca, ofrece un baile cuyo boato trasunta el abandono de las austeras costumbres tradicionales, refería Beatriz Bosch, de 75 años en 1994. "En su casa -refería Carlos de Alvear- la actual Bolsa de Comercio, en Sarmiento y 25 de Mayo -hasta donde llegaba en ese momento el Río de la Plata- decidió dar un baile en honor a Roca. Esas invitaciones por primera vez llevaban al pie, la sigla R.S.V.P. Y hubo dos chistes al respecto: unos dijeron que significaba 'Roca será vuestro presidente'. Otros, como acababa de morir el suegro de Diego, Juan Fernández, hombre de gran fortuna, creyeron ver en las iniciales: 'Reventó suegro vomitando plata'."


El esplendor de Diego fue mantenido por su viuda, Teodelina Fernández, quien brindó fastuosas recepciones a principios de este siglo, y por las mansiones de sus hijas, Josefina de Alvear de Errázuriz y Elisa de Alvear de Bosch, las que actualmente albergan el Museo Nacional de Arte Decorativo y la Embajada de los Estados Unidos de América, respectivamente.
Con Marcelo T. de Alvear (1862-1942) llega al apogeo la trayectoria cívico-política de los Alvear. Presidente de la república desde 1922 al 28, fue el menor de los siete hijos de Don Torcuato de Alvear y de Doña Elvira Pacheco, Félix Luna lo describe como "un niño bien, criado en un hogar de los primeros de la sociedad porteña, en un palacio situado en Juncal 1082, esquina Cerrito".

Cuando se dividió la Unión Cívica en 1891, Marcelo se mantuvo al lado de Alem. En 1893 participó en la frustrada revolución radical, pero para ese entonces ya era el lugarteniente de Yrigoyen, dice Luna. Abogado, nunca tuvo necesidad de ejercer la profesión.

Cuando muere su padre, Marcelo es sumamente rico. Don Torcuato le deja una buena fortuna: una estancia en el partido de Las Conchas, "El Recreo" (2.500 Ha.); otra, "Chacabuco" (18.000 Ha.) y una tercera, "Ituzaingó", en La Pampa (100.000 Ha.)
El ganado que poblaba estas propiedades no bajaba de 25.000 vacunos y 50.000 lanares, asegura Luna. Gran deportista, especialmente hábil en el tiro con revólver, la natación y el box, que practicaba junto a Jorge Newbery, formaban parte de su vida ociosa y agradable a principios de siglo, según Luna.
Con la bendición del "Viejo" (Yrigoyen) es electo presidente en junio de 1922, dice el historiador. "Tiene un corazón grande, generoso y manso, vigilado permanentemente por su férrea voluntad. Muchos lo creen un hombre mediocre. No lo es. Ocurre que todo ha sido fácil para él..."

Los avatares de la historia indican, sin embargo, que no fue fácil para Marcelo T. de Alvear procesar y remontar errores políticos: para muchos, la esencia del antipersonalismo que lideraba, prefiguró el golpe de 1930. Tampoco le fue fácil conquistar el amor de una mujer, cuya exquisita sensibilidad artística le robaría el corazón para siempre. Pero esa es otra historia.

Silvana Iglesias, revista Noticias, 16 de enero de 1994

jueves, octubre 8

Mi papá fue criado por sus tías, hermanas de mi abuelo Alfredo, en Lobería junto a mi tío Alfredo Vicente.

Siempre contaba que las tias, los vestían con ropa de mujer para que a la hora de la siesta, no salieran a molestar a los vecinos.

Pero siempre había una vecina buena, que los llamaba, ellos se escapaban por la ventana y corrían a la casa de la vecina donde se cambiaban y se iban a jugar a la pelota. La vecina era una italiana que llamaba a mi papá "Carlite, Carlite". Con los años, esta buena mujer resulto ser la tía de mi cuñado Hugo.

Pude conocerla cuando la bisabuela Isabel Bracciale estaba muy enferma ya en su casa, y la cuidaban sus hijas. No recuerdo la cara de la abuela , pero si su cuerpo en la cama tapada con una montaña de frazadas.

Que daría yo por volver a ese tiempo de mis 6 años y preguntarle por el abuelo GESUELE FEOLA!!

Siempre se decía que el abuelo había venido solo de Italia, que allí había dejado a su familia para no verlos nunca más.
Como toda historia de inmigrantes, esta no podía ser menos triste.
Habría ingresado al país como “polizón”, según otra versión con 2 hermanos que se habían quedado en Uruguay y tampoco supo más de ellos.

Como dije, la historia de mi bisabuelo italiano no podía ser muy distinta a la de miles de inmigrantes que llegaron al país envueltos en grandes aventuras o convertidos en increíbles leyendas.

Lo real, es lo que se pudo verificar con documentación y descubrir que el abuelo Gesuele estaba muy lejos de ser un polizón o un aventurero, por lo menos del estilo de Indiana Jones.

Si bien no aparece en los ingresos al país como GESUELE FEOLA, si aparece su hermano DOMINGO. O sea que no vino tan solo como se dice en la primera versión.

Este hermano de GESUELE, no se quedo en Uruguay, en cambio se radico en Buenos Aires y se caso en 1911 con LUISA COSPIDE, hija de italianos, más precisamente oriundos de Salerno como Gesuele y Domingo.
Este matrimonio tubo 3 hijos, Ricardo, Delia y Miguel. De los cuales sabíamos que existían por el índice de Bautismos de la Parroquia de Almagro en Buenos Aires.

Gracias a este Blog, se puso en contacto con nosotros RAUL COSPIDE, sobrino de Luisa.
Por él supimos más de la familia y hasta obtuvimos una foto de Luisa y su grupo familiar. Ojala podamos obtener mas datos y develar el misterio de los Feola en Argentina

-(En la foto LUISA es la mujer parada detras del niño, papá de Raúl) 

miércoles, octubre 7


Santa Felicitas, historia y... leyenda
En Barracas sobrevive la historia de la iglesia de Santa Felicitas, inaugurada en 1875 con retazos victorianos y goticos a la vez, como el mausoleo de una mujer de abolengo que murio tragicamente. Felicitas Guerrero, segun las cronicas de la epoca, lo tenia todo: belleza, bondad, inmensa fortuna, un caracter cautivante. Pero a los 24 años un disparo de revolver orientado por el despecho la mato y la tragedia, entonces, inspiro ese templo y santifico a una mujer que nunca hizo milagros y pertenecio a la mas rancia aristocracia.
La fastuosa tumba fue ideada por sus padres sobre la piedra fundamental del dolor y tardo siete años en terminarse. Al principio, Felicitas descanso alli, pero despues fue trasladada al cementerio de Recoleta. Pasaron los años y el tiempo diezmo su par de torres laterales, sus murales pintados a mano y sus palidos angeles de mamposteria sobre los porticos de la entrada.

El arquitecto Roberto Devicenzi, restaurador de parroquias para la comuna porteña estuvo trabajando tres años en la iglesia de Barracas. "Es curioso; hoy lo cuento y trato de que mi interlocutor no me considere un loco", comienza diciendo. "Desde que encare esta obra faraonica me siento protegido. Si, te parecera extraño, pero mucha gente que quiso perjudicarme, y hablo de funcionarios, fueron castigados. Algunas personas perdieron su puesto".

De una y mil maneras, Devicenzi trata de explicar que esta "signado por destino para terminar la reconstruccion" que comenzo en la gestion del intendente Jorge Dominguez. "No hubo razon tecnica ni climatologica, pero la primera vez que entre a esta iglesia las cinco alas derechas de los angeles estaban caidas. Eran alas de dos metros."

Asombrado por la coincidencia, el arquitecto eligio empezar la remodelacion tallando las alas a la medida del tamaño original. "A los cuatro o cinco meses las coloque y... sonaron las campanas. Subi corriendo al campanario. No habia nadie. Fue extraño -recuerda, aun meneando la cabeza- porque pude comprobar que las campanas son de bronce fundido, de modo que ni un gato ni unas cuantas palomas pueden moverlas"

Felicitas Guerrero

Felicitas Gerrero, viuda de Alzaga, intentó torcer su previsible destino femenino en el Buenos Aires de fines de siglo pasado, el mismo que la había visto nacer en al casa de la calle México, de antigua data, que ocupaban su padre, Carlos Guerrero y su madre, Felicitas Cueto y Montes de Oca.

La habían casado -sin preguntarle demasiado- a los 16, con don Martín de Alzaga, hombre de gran fortuna e hijo del general Félix de Alzaga, segundo hijo del primer Martín. Fue una boda tan conveniente como despareja. Don Martín le llevaba a la adolescente más de treinta años cuandos e casaron en 1862.


Quizás los fastuosos regalos de boda de su novio "una cuantiosa suma de dinero y una casa en la calle Florida, entre Bartolomé Mitre y Cangallo", datos que aporta Enrique Williams Alzaga (La Nación, 1989) hayan encandilado su fantasía de niña inexperta y bonita (piel mate, mirada profunda, ojos pardos y pelo castaño oscuro, "una joya de los salones porteños", como la consideraban los diarios de la época).

De su unión con Don Martín, nació un niño, muy rubio y delicado -Félix- que vivió muy poco tiempo, falleciendo a los seis años de edad, el 3 de octubre de 1869. La desdicha llevó a la tumba un año más tarde (17 de marzo de 1870) al señor de Alzaga, quien dejó a Felicitas, a los 26 años, viuda y heredera universal de sus bienes.

Así, a los 24 años, se encontró en el esplendor de su juventud y con una inmensa fortuna a su disposición. Probablemente porque se trataba de "la mujer más bella de la República", como la llamó Guido Spano, Felicitas vio cómo los pretendientes se multiplicaban a su alrededor, tal vez atraídos por su impactante belleza o por su también seductora fortuna personal.

Entonces Felicitas -ya una mujer- intenta disfrutar del amor. Y, sobre todo, de la posibilidad de elegir. Primero acepta a un apasionado pretendiente, Enrique Ocampo, tío abuelo de la escritora Victoria Ocampo.
Pero al verdadera pasión llega a la vida de Felicitas un día en el que va a visitar uno de sus campos: la estancia La Postrera. Allí conoce a Samuel Sáenz Valiente en circunstancias románticas: hay una tormenta, llueve, truena y él tira su poncho sobre el barro para que ella logre bajar del carruaje.
La imagen y nuestro fondo pertenecen al documental "El retrato de Felciitas" de Alexis Puig, año 2000


Felicitas se enamora perdidamente de Sáenz Valiente, rompe con Enrique Ocampo y se compromete con el primero. Ocampo entra en una crisis de amor y celos enfermiza. Amenaza con matar a Felicitas (se lo dice al padre, don Carlos Guerrero), pero nadie le cree.

Una noche -la del 29 de enero de 1872- Felicitas llega de compras y se encuentra con la visita inesperada de Ocampo. No quiere recibirlo, pero finalmente accede. Y aquí sobrevendrá el horror: la discusión acalorada, a gritos.

Dicen que él no soportó la idea de que ella perteneciera a otro hombre, también cuentan que ella no se dejó presionar:"Soy dueña de mi vida"... "Y después de un rato un tiro, y otro tiro..." (Autobiografía I, Victoria Ocampo). Acudieron los hombres. Se encontraron con Felicitas, ensangrentada, agonizante y Ocampo, desquiciado, con el revólver en la mano. Sin darle tiempo a nada, uno de los primos de Felicitas, Cristian Demaría, mató a Ocampo de dos balazos, aunque hay quienes dicen (y la "historia oficial" lo dice) que se suicidó pero lo cierto es que a Ocampo se lo despidió en la iglesia, como a cualquier católico, lo que habría sido inaceptable si se efectivamente se hubiera quitado la vida. De todos modos, fue Felicitas la víctima mayor de un crimen casi de folletín.

Fue el hacendado de origen español, Carlos J. Guerrero quien llegado en su juventud a Buenos Aires, introdujo en el país la raza de vacunos Aberdeen Angus (llamados popularmente "caras negras", ya que se trata de animales habitualmente negros en su totalidad).

Los primeros animales Aberdeen Angus, importados por Guerrero de Inglaterra, fueron el toro "Virtuoso" y las vaquillones "Aunt Lee" y "Cinderella", que llegaron a nuestro país en 1879. Su matrimonio con Felicitas Cueto y Montes de Oca lo emparentó con la alta sociedad porteña. Con motivo de la trágica muerte de su hija Felicitas, a Carlos J. Guerrer se debió también, en homenaje a la desventurada joven, la construcción de la Iglesia de Santa Felicitas.

Revista Noticias, 9 de enero de 1994

martes, octubre 6

Los Anchorena -4-

Genealogia, desde el primer Anchorena llagado en la epoca del Virreynato

Juan Esteban ANCHORENA
y
Romana López de Anaya

Con 3 hijos


A-JUAN JOSE CRISTOBAL con Andrea Ibañez y Maria

Hijos
1-Juan José (1821-1832)

2-Rosa (1823-1883)

3-Maria Mercedes (1826-1891) se caso con Manuel Aguirre Ituarte,
con dos hijas Adriana, casada con Alfredo Huergo Saravia
y Rosa, casada con José Balcarce Uriarte

4- Pedro (1833-1908) casado con Mercedes de Aguirre,
Tuvieron 6 varones y 5 mujeres; de los cuales solo dos tuvieron descendencia
Norberto con Maria Luisa Pico (con 10 hijos) y
Mercedes con José Nazar Yaliz (con 10 hijos)


B- TOMAS MANUEL con Clara Garcia de Zuñiga

Hijos
Tuvieron 17 hijos, de los cuales 14 fueron mujeres y solo 3 varones). Los únicos que tuvieron descendencia fueron
Agustina Mónica (1839-1888) casada con José Pacheco Reinoso con un hijo
Tomas Severino (1827-1899) casado con Mercedes de Riglos y Villanueva, con 9 hijos



C- MARIANO NICOLAS con Maria Arana y Andoategui

Hijos
Tuvieron 8 hijos, y solo dos varones continuaron con la descendencia
Nicolás Maria (1866-1889) casado con Maria Mercedes Castellanos de la Iglesia con 11 hijos
Juan Nepomuceno (1829-1895) casado con Carolina Benítez Ortega, con 7 hijos

lunes, octubre 5

Los Anchorena -3-



La contrapartida a los "novelescos" Fabian y Aaron y por la misma época, es Joaquín de Anchorena, su primo.
Con Joaquín de Anchorena vuelve el estilo ascético de los pioneros, el de los hacedores de la leyenda y el mito. Ligado por parentesco a los Uriburu, el golpe militar del '30, el gobierno de José Félix Uriburu parece contarlo entre sus simpatizantes, aunque no ocupa cargos públicos.

"Te puedo asegurar -dice Teresa Anchorena Hume- que abuelo no era antisemita, ni fascista."

En la década del '10, Joaquín había sido intendente de Buenos Aires. "No se enriqueció con la política. Sí recuerdo que llegó a hipotecar su casa para salvar la quiebra de su hermano Tomás Esteban -Tomasito- cuya mujer, Clara Cobo, era famosa por sus excentricidades: jamás se ponía el mismo par de guantes en lo que respecta a su atuendo y a su casa venía un florista a cambiar todos los días las flores de cada uno de los cuartos".
Teresa Anchorena conoció a Clara Cobo de Anchorena cuando ya tenía el pelo blanco. Cuenta que en lugar de joyas, usaba flores y vestía exclusivamente ropa en colores pastel, lila o verde claro.

Enriqueta Anchorena de Alvarez de Toledo recordaba la sobria manera de vivir de su padre, Joaquín y de su madre, Enriqueta Salas, en la antigua casona de la calle Charcas. "Papá era elegante, pero jamás ostentoso. Las costumbres de nuestra casa, desde muy chicos, siempre estuvieron regidas por una estética muy precisa, con códigos claros, en la manera de comer, de vestirnos o de hablar, pero siempre vinculadas a una ética, a valores de otra época, que hoy se añoran, que nos fueron inculcados por papá y mamá, quien trabajó muchísimo en la obra de Don Orione."
Tanto Enriqueta como Teresa Anchorena Hume, aseguran que Joaquín se mantenía fiel a las tradiciones de la casa de su infancia.
respetaba la etiqueta porque la marcaba: vestirse de galera gris con cinta oscura, o con bombín, guantes y levita al antiguo modo. A Joaquín le costaba acostumbrarse al paso del tiempo, a la moda sport, al peronismo, culpable de la quema del Jockey Club que había presidido antes del horror.

Hombre de ritos, veraneó rigurosamente en Mar del Plata con su familia cuando las playas, la Bristol, -por ejemplo- era un páramo. "Yo recuerdo haber sido protagonista de la famosa cuerda con la que nos ataban a los chicos para poder bañarnos en el mar", rememora su hija Enriqueta. "Después, cuando la Bristol perdió su privacidad, fuimos al Ocean."

Joaquín Anchorena era viudo cuando María Enriqueta Salas lo conoció, en la década del '10, siendo intendente. "Mamá era increíble. Vio a Joaquín en un acto público y le dijo a su madre 'me voy a casar con el intendente', y se casó nomás", memora Enriqueta.

"Me acuerdo perfectamente de los almuerzos en casa de abuelo, con varios platos de menúes deliciosos. El respeto que le teníamos era merecido, dice Teresa. Una vez durante una comida alguien habló mal de Perón y él, que no era peronista, dijo muy serio: 'En mi casa no se habla mal del presidente de la Nación'."

Cuando cayó Perón y el Jockey Club fue reabierto en la avenida Alvear, don Joaquín de Anchorena fue nombrado presidente por segunda vez en su vida. Una presidencia honoraria y simbólica que él ya no estaba en condiciones de disfrutar. Murió en 1961, en los mismos tiempos en que dejó de circular el tranvía 10. El fin de una época, claro.

Revista Noticias, 2 de enero de 1994. Investigación: Camilo Aldao, Alex Millberg, Silvana Iglesias y Gabriela Grosso.


domingo, octubre 4

Los Anchorena -2-

Pero no nos ajustaríamos del todo a la verdad si hablásemos solamente de la fortuna de los Anchorena. Interesa señalar que hasta la cuarta y quinta generación, la familia no hacía ostentación de su riqueza. Ordenados, prudentes en el manejo de los bienes, con una vida cotidiana más bien ascética, en la que la conducta estaba regida por un ferviente catolicismo y una laboriosa atención de los asuntos familiares y los negocios particulares, los Anchorena no tuvieron 'personajes novelescos' -como en tantos casos de la aristocracia europea- hasta la década del '80. Hasta ese momento, dice Carretero, habían 'acumulado' fortuna. Empezaron a gastarla cuando se instauró la costumbre de viajar a Europa, donde se daban el lujo de prestar dinero a un príncipe español o a un noble francés. El primer dandy de los Anchorena, en la década del '80, fue Fabián Gómez y Anchorena, nieto de Mariano Nicolás. Hasta su aparición -cuenta Sebreli- no había habido excentricidades ni amor romántico, porque el amor en la familia se había reducido al matrimonio con pares de la misma clase social


Pero Fabián -quien se había criado con su abuela materna, doña Estanislada, viuda de Nicolás de Anchorena- cedió al desenfreno cuando a los 19 años se enamoró de una cantante de ópera mucho mayor que él, Josefina Gavotti, de 40 años. A pesar de la oposición de su abuela, Fabián logró casarse en la parroquia de la Merced, con la bendición -obligada- del padre Bazán. Y cosas de una época -que se parecen a un folletín de Hollywood- doña Estanislada lo mandó encarcelar en plena luna de miel.

Fabián logró salir de la cárcel y viajó a Florencia con su mujer, pero antes de que finalizara 1870 se enteró de que había sido engañado por la cantante, quien había estado casada previamente con un personaje de apellido Fiori y él mismo consiguió la anulación papal de su matrimonio.

Solo, en Europa, comenzaron sus verdaderas andanzas de dandy: según Sebreli, su fortuna en aquel entonces, superaba los setenta millones de pesos de la época.
A la muerte de su abuela, se negó a destinar parte de la herencia a la Iglesia, prefiriendo fuese a parar a un hospital o al asilo de mendigos. En 1874 se vinculó en París con la nobleza española exiliada y se hizo amigo de Alfonso XII, también afecto a las diversiones. Cuando Alfonso fue nombrado rey, Fabián -quien había ayudado a la causa alfonsinista con un cheque en blanco- obtuvo un título de conde. Son muchas las anécdotas que se cuentan de este personaje excéntrico, que llegó a casarse con una marquesa madrileña, Catalina de Henestrosa, de quien enviudó. Por ejemplo, se cuenta que desde su yate, durante las fiestas, arrojaba la vajilla de oro al mar, o que en Madrid, institucionalizó la limosna, a tal punto que los mendigos acudían a una oficina a cobrar un jornal.

Amigo del Príncipe de Orange, pretendiente al trono de Holanda, se cuenta que en una ocasión dio una fiesta al príncipe con 22 platos para fiambres preparados por un cocinero ruso. Sin embargo, tanta fastuosidad no logró sobrevivir a la crisis de los '90. El más notorio transgresor de los varones Anchorena del siglo pasado terminó su vida triste y oscura, lisiado, en un pueblito de Santiago del Estero, donde murió en 1918.

También a partir de la cuarta y quinta generación se levantan en Buenos Aires los famosos palacios Anchorena que se construyen sobre el modelo del 'petit hotel' francés. Fundadores del barrio Norte -en un comienzo sus casas ocupaban la actual zona de la city porteña, en las calles San Martín, Reconquista y Corrientes, los palacios más espectaculares se levantaron frente a la Plaza San Martín. En Maipú y Arenales se construyó en 1904 uno de estilo de estado francés, que Nicolás Hugo Anchorena y su mujer Mercedes Castellanos regalaron a su propia hija Matilde en ocasión de su boda con Carlos Ortiz Basualdo. El palacio se conservó hasta 1969, en que fue demolido. Hasta los últimos días vivieron allí los Verstraeten Anchorena, hijos del segundo matrimonio de Matilde.

En 1906 comenzó a levantarse el segundo el palacio Paz Anchorena, también en Plaza San Martín, cuando Aarón Anchorena se casó con Zelmira Paz, propiedad que luego fue adquirida por el Círculo Militar.
Terminado en 1908 costó 4.500.000 pesos. Proyectado en Francia por el arquitecto Sortais e inspirado en el palacio del Louvre, los detalles interiores de boisserie tallada, pintada al laqué y oro son, entre otros tantos similares, memorables. En los momentos de mayor apogeo, el palacio Paz Anchorena llegó a tener sesenta personas para servir comidas de diez platos con sus consiguientes vinos.

Otro palacio Anchorena, situado en Arenales, Esmeralda y Basavilbaso, vivienda de los tres hermanos de Matilde: Aarón, Emilio y Enrique, de reminiscencias ligeramente neobarrocas y exquisitos detalles en la construcción y decoración, fue adquirido en 1936 por el Ministerio de Relaciones Exteriores.

Las primeras décadas de este siglo pusieron en escena a dos personajes de la familia Anchorena unidos por el apellido y separados -ostensiblemente- por su conducta. Uno de ellos bien podría ser considerado -como dice Sebreli- un play boy de los años locos. Se trata de Aarón, nieto de don Nicolás Anchorena, quien vivió buena parte de su vida en París, recorriendo Europa. Destacado militante de los primeros y deportivos viajes en globo.

En 1907 trajo a Buenos Aires el primero al que bautizó el Pampero y estrenó con Jorge Newbery un 25 de diciembre. Con el Pampero bajó Aarón en la barra de San Juan, en el Uruguay, a 25 kilómetros de la Colonia del Sacramento. Allí hizo construir al año siguiente una de las estancias más espléndidas de ambas orillas, conocida como 'El Vaticano', con 60 dormitorios y treinta cuartos de baño. Fue legada por Aarón al gobierno uruguayo para, según se dijo, no dejársela a sus herederos.

Revista Noticias, 2 de enero de 1994. Investigación: Camilo Aldao, Alex Millberg, Silvana Iglesias y Gabriela Grosso.