sábado, diciembre 14

La faraona intentó divinizar a las mujeres y fue borrada de la historia.
La faraona intentó divinizar a las mujeres y fue borrada de la historia.

Hatshepsut, la reina egipcia silenciada

Dos egiptólogos españoles, Francisco J. Martín Valentín y Teresa Bedman, indagan en el libro "Hatshepsut", la vida de una mujer invisibilizada por sus pares, que fue reina del Alto y del Bajo Egipto, a partir de una investigación surgida de los trabajos de excavación y estudio realizados en La Cantera de Deir El Bahari (Luxor Occidental).
Ambos investigadores, director y codirectora de la Misión Arqueológica Española del Proyecto Sen-en Mut (TT 353) en esa región egipcia, compartieron siempre su fascinación por Hatshepsut, "una enérgica mujer de delicada apariencia" que se convirtió en reina, un hecho reprobable en una dinastía reservada exclusivamente a los varones.
"Siempre nos había parecido una figura mítica del Antiguo Egipto –cuentan los autores–. La atracción ejercida por su personalidad nos impactó profundamente desde el momento en el que entramos en contacto con el gran Dyeser-Dyeseru, su templo de Millones de Años, elevado en el circo de Deir El Bahari".
En ese lugar, los dos trabajaron desde 2003 a 2008, cuando comenzaron a excavar en el interior del hipogeo (sepulcro subterráneo) del Mayordomo de Amón Sen-en-Mut hallaron claves muy importantes para comprender la intrahistoria de la reina faraón y este personaje, preceptor de su hija, la princesa Neferu-Ra.
"Tal como rezan las inscripciones de los anales históricos de los reyes: '¡Nunca se había visto antes nada igual...!'. Un hombre de origen plebeyo y una gran reina (...) unidos en secreto para toda la eternidad", escriben los autores en el prefacio de esta obra, recién publicada por editorial El Ateneo.
Del archivo de los egiptólogos que habían trabajado antes que ellos en el templo, con viejas fotografías, diarios de excavación, artículos publicados en revistas especializadas, visitas a museos y los objetos de Hatshepsut y Sen-en-Mut, los españoles elaboran una nueva visión de esta reina, que es volcada en el libro.
Antes que ellos y de manera casual, el 18 de junio de 1829, Jean Francois Champollion e Ipolito Rossellini llegaron a lo que hoy se identifica como un conjunto de templos situados en el circo rocoso de Deir El Bahari, en la orilla oeste del río Nilo, rememoran los investigadores.
Fue en esa zona, donde Champollion se topó con un portal edificado con granito rosa y "allí se enfrentó al descubrimiento de Hatshepsut".
"Leyendo los jeroglíficos que cubrían las jambas del pórtico, descubrió las imágenes de dos faraones, marchando majestuosamente, revestidos con todas sus insignias de poder". Las inscripciones hablaban de dos personajes reales. El de mayor rango el investigador interpretó que llevaba el nombre de Aménenthé y el otro era Thutmosis III.
El motivo de por qué el nombre de Hatshepsut fue leído como Aménenthé resulta oscuro, aunque bien podría tener que ver con los valores fonéticos que se asignaban a los jeroglíficos.
A raíz del descubrimiento, el egiptólogo francés propuso una reconstrucción de la genealogía de los reyes de la dinastía XVIII para incluirla como quinto soberano de esa dinastía, coronada rey de Egipto hacia 1479-1457 a.C., "cuyo nombre había sido eliminado de los Anales por los reyes que la sucedieron en el trono".
El hecho de ser mujer y faraón hizo que sus sucesores la borraran de las listas reales al atentar con los rígidos esquemas de la sociedad faraónica.
Pero a pesar de la proscripción oficial la memoria de Hatshepsut perdura a través de una tradición oral que se transmitió hasta llegar al sacerdote Manetón, mil cien años después, encargado de escribir una historia de la sucesión de los reyes de Egipto donde figura esta soberana.
Según los datos manetonianos, "esta soberana reinó veintiún años y nueve meses (...) se le atribuye la maternidad de un rey identificado por los investigadores con Thutmosis III, que reinó después de ella veinticinco años y diez meses".
"Después de Champollion, casi todos los egiptólogos de relieve del siglo XIX y el XX trataron de proponer soluciones al enigma de la figura de Hatshepsut", señalan los españoles.
Esta reina, la más importante de esa época, "¿fue una usurpadora ambiciosa y oportunista? o ¿fue una mujer con sentido de la historia, condicionada y obligada por sus circunstancias familiares y políticas?, preguntan los autores, convencidos de que hay que situarla en un adecuado contexto histórico y cultural.
De acuerdo con las conclusiones de los investigadores, Hatshepsut "concibió el proyecto de instaurar, no tanto una línea dinástica de carácter femenino, sino un nuevo misterio teológico que haría de sus descendientes femeninas directas seres divinizados por sangre y estirpe".
"Quiso ser la cabeza de un nuevo sistema de la realeza –prosiguen– en el que las herederas serían la 'Esposa del dios' y la 'Mano del dios', para llegar luego a poseer el trono en condiciones de igualdad con el soberano varón de turno.
La teogamia representada en los muros del Dyeser-Dyeseru "tuvo por finalidad esencial suplir la realidad de su condición femenina con el mito de su naturaleza de hija carnal de Amón. Esta modificación del mito para adecuarlo a la mujer fue la esencia de su movimiento revolucionario". Pero su intento no prosperó y apenas muerta la reina comenzó la persecución de su memoria. (Télam)

lunes, diciembre 9

Orígenes de la familia Acevedo

Orígenes de la familia Acevedo Candelario “Tío Calayo” Acevedo Saiz, y el autor de este trabajo, al lado de la tumba de Don Román Acevedo Marrón y Carlos Espinoza Castro. (foto)



El Rosario, B. C. - Eduardo Acevedo, soldado misional o de cuera, compañero de armas de Carlos Espinoza Castro, al menos 24 años menor que Carlos, fue el primero de los Acevedo que hizo su aparición en El Rosario. 
Se casó con Germana Ceseña, con quien procreó a Loreto, que en realidad fue el primero de esa estirpe que se asentó de manera definitiva en ese lugar.
Eduardo Acevedo, al igual que Carlos Espinoza Castro y José Rito Ortiz, fundadores de esas familias en El Rosario, recorrieron las vastas distancias peninsulares por largos años a lomo de mulas y caballos, todos los caminos reales que unían a las misiones, ya que en su trabajo de soldados de "Cuera”, en formación militar se movían de manera permanente siguiendo a los misioneros, a quienes cuidaban, haciéndolo bajo las órdenes del sargento José Manuel Ruiz, desde principios del siglo XIX, hasta la independencia de México.

Inicio de la dinastía
Corría el año de 1827, cuando en viaje de sur a norte, Eduardo Acevedo y su esposa Germana Ceseña, -para entonces ya no era soldado de cuera-, tuvieron en El Rosario, su primer hijo varón, llamado "Loreto”, por cuya razón se quedaron algún tiempo a vivir allí, que aunque fue corto, fue suficiente para que su hijo Loreto regresará en su juventud, donde se casa con la hija mayor de Carlos Espinoza Castro, llamada: María Rita Espinoza Salgado.
Eduardo Acevedo y su esposa Germana Ceseña pasaron sus últimos años de vida en El Rosario, donde fallecieron y fueron sepultados en el panteón misionero.
Fue el matrimonio Acevedo Espinoza, formado por Loreto Acevedo Ceseña y María Rita Espinoza Salgado, quienes se pueden tomar como los primeros "Acevedo” que radicaron en forma definitiva en El Rosario, ya que en 1848, nació su primera hija llamada: Eulalia Acevedo Espinoza. 
Para entonces ya vivían en "El Divisadero”, en las cercanías de La Bocana del arroyo de El Rosario. En El Divisadero los Acevedo vivieron al menos durante unos 135 años, los últimos en hacerlo fueron el matrimonio formado por Jesús "Chuco” Acevedo Ruiz, y Esperanza "Toto” Espinoza Vidaurrázaga.
La primera generación de Acevedo Espinoza, que nacieron a partir de 1848, vivieron en su propiedad que se encontraba en la parte que muchos años después viviera su nieto don Salomé Acevedo Marrón y familia, en tierras que se llevó el arroyo hacia el año de 1977, en El Rosario de Abajo.
Además de Eulalia, procrearon a María Vicenta Teresa, Martina, Zenón, e Hilario; habiendo nacido todos en El Rosario, la primera en 1848, y el último el 1863.
El día 13 de enero de 1866, Loreto Acevedo Ceseña falleció a los 39 años de edad, dejando en la orfandad a sus hijos, y en la viudez a María Rita.
A la muerte de Loreto, la familia pasó a vivir a casa del abuelo Carlos Espinoza Castro, quienes al llegar a la adultez, se fueron casando; así lo hizo Eulalia, quien se casó en primeras nupcias con Liberato Gastélum, con quien procreó a un hijo llamado Loreto Gastélum Acevedo fallecido muy joven, el 27 de noviembre de 1893, cuando Eulalia contaba con 44 años de edad. 
Eulalia se casó en segundas nupcias con Hesiquio "Pellejeros” Sevilla, sufriendo de nuevo la pena al perder a su joven hija Altagracia Pellejeros Acevedo, el 21 de agosto de 1906, cuando contaba con 17 años de edad.
Por su parte María Teresa Vicenta nació el 5 de abril de 1862, en El Rosario, y fue registrada en San Vicente Ferrer, Baja California el 12 de octubre del mismo año. María Teresa Vicenta fue casada con Aniceto Duarte Salgado en San Telmo, Baja California, siendo él originario de San Diego, Alta California, según algunos documentos, aunque en realidad era originario de San Rafael Arroyo Seco, de la región de Colonet, Baja California; sus hijos fueron Domingo, Pío, y Altagracia Duarte Acevedo.
Para las fiestas de la virgen de El Rosario, en octubre de 1890, vinieron desde San Rafael, Arroyo Seco, donde vivían Aniceto Duarte Salgado y familia, con la desdicha que el día 12 del mismo octubre inesperadamente falleció Aniceto a los 52 años de edad, quedando María Teresa Vicenta viuda a los 28 años de edad, y sus hijos, en la orfandad, siendo sepultado en el panteón misionero del pueblo, al lado del sitio donde 122 años después, sepultamos a mi padre, Julio Espinoza García, el 4 de abril de 2012. 
Hilario nació el 4 de enero de 1863, y fue registrado en San Vicente Ferrer el 28 de agosto del mismo año, era el menor de la familia, quien perdió a su padre cuando contaba con apenas tres años de edad. 
Fue casado con Francisca Martínez Sierras, originaria de La Posta de Los Algodones, naciendo en ese lugar mucho antes que Mexicali existiera. Hilario Acevedo Espinoza y Francisca Martínez Sierras, fueron padres de las bellas gemelas Clotilde y Matilde; ellos vivieron en su casa de El Rosario de Abajo, que se encontraba justo donde ahora se encuentran unos juegos infantiles en el patio frontal de la iglesia del "Nazareno”, frente al "parque”, muy cerca de la casa que fue de su primo hermano José del Carmen Espinoza Salgado, construida en 1863, que aún existe en parte, y que la hace una de las de mayor antigüedad que subsiste, actualmente es propiedad de la familia Ceseña Amador. 
Otra de las antiguas casas en pie es la vecina de la anterior, que fue la casa de Policarpo Espinoza Peralta, y Amparo Arce Arce, y que en la actualidad se conoce como la casa "Del tío Chuy Espinoza”, o casa de "Los Pleis”; data de la misma época que la casa que antes he descrito; o sea que estamos hablando de dos construcciones que a la fecha cuentan con 150 años de dar cobijo a varias generaciones de rosareños.
Hilario Acevedo Espinoza se ahogó en el arroyo de El Rosario, frente a El Divisadero, en 1908, cuando contaba con 45 años de edad, para 1910 falleció su hija menor, en 1911, su esposa Francisca, quedando las gemelas Clotilde y Matilde apenas entrando a la adolescencia.
Martina Acevedo Espinoza fue casada con un hombre de apellido "Castillo”, adoptaron y criaron a una muchacha invidente.
Zenón Acevedo Espinoza, nacido en El Rosario en 1855, fue casado con María del Carmen Marrón "Pellejeros”, siendo sus descendientes los actuales "Acevedo” en El Rosario, ya que los demás se fueron del pueblo a distintas regiones, y en distintos tiempos.

La descendencia
Los hijos de Zenón Acevedo Marrón y María del Carmen Marrón Pellejeros, de quienes sus descendientes actualmente habitan en El Rosario, Santo Tomás, El Sauzal, y otros lugares fueron: Gregoria, nacida el 28 de noviembre de 1875; Anastasio, nacido el 15 de abril de 1877.
También Román, nacido el 8 de febrero de 1879; Andrés, nacido el 4 de febrero de 1881; Salomé (varón), nacido el 22 de octubre de 1884; Eugenio, nacido el 15 de noviembre de 1886; Petra, nacida hacia 1882 (llamada así en honor a su abuela Petra "Pellejeros” Sevilla).
Además de Bonifacio y María de Jesús, quien fue la esposa de Don Ruperto Aguilar. 
Gregoria, la hija mayor de Zenón y María del Carmen, fue casada con José María Collins Meza, tuvieron dos hijas: Carmen y Francisca. 
Gregoria falleció en El Rosario a los 22 años de edad en vísperas de los mil novecientos, la razón de su lamentable fallecimiento fue que al llevar vestido largo un frío día de diciembre, al acercarse al fuego en el que tenía una cubeta con agua calentando para bañar a las niñas, se le prendió el vestido, sin que nadie pudiera brindarle el auxilio tan requerido en aquellos momentos; sus quemaduras la llevaron a la muerte a los pocos días del suceso. 
Las niñas Carmelita y Francisca Collins Acevedo, se acercaban al lecho de su madre enferma para pedirle alimentos, sin que ella pudiera atenderlas como hubiera querido.
Román fue casado con Victoriana Saiz; mientras que Andrés fue casado con Paula Ruiz Peralta; Petra con Epigmenio Peralta Véliz, Eugenio con Angelita Peralta Solorio; Salomé con Dolores Murillo Arce, en primeras nupcias, y con Francisca Valtierra Villegas, en segundas nupcias.
Los descendientes de Román, Andrés y de Salomé Acevedo Marrón,  son los que actualmente habitan El Rosario; eventualmente lo visitan los descendientes de los demás hermanos Acevedo Marrón.
La familia Acevedo en El Rosario, se ha desempeñado en las labores propias que el resto de la población, pasando por Eduardo Acevedo como soldado de cuera, otros fueron nutrieros, pescadores, vaqueros, arrieros, gambusinos y mineros.

Conocer la historia
El presente trabajo es un breve panorama de los orígenes y la vida de la familia Acevedo, que vive en El Rosario desde hace más de 186 años, a donde llegaron después de los Espinoza, y los Ortiz. 
La familia Acevedo se encuentra íntimamente relacionada desde su llegada al pueblo, con las familias Espinoza, Loya, Duarte, Peralta, Marrón, Villavicencio, Ortiz, Aguilar, García, entre muchas otras.
Cuando en 1945, Don Román Acevedo Marrón se dio cuenta que su paso por la vida llegaba a su fin, le pidió a sus hijos que lo sepultaran al lado de su muy querido bisabuelo Don Carlos Espinoza Castro, quien había fallecido el 12 de mayo de 1883, cuando Román contaba con escasos 4 años de edad, y su bisabuelo Carlos con 105. 
Ya viejo Don Román en su lejana memoria recordaba a Carlos con amplio cariño; así que fue sepultado a lado de él en el panteoncito misionero de San Fernando Velicatá.
Candelario Acevedo Saiz, mejor conocido como el "Tío Calayo”, hijo de Don Román, desde hace muchos años cuidaba las tumbas de sus padres, vivía completamente solo en la inmensa soledad de San Fernando Velicatá, diariamente les prendía una vela, lo hizo así por muchos años, hasta que la vida se le terminó.
Se convirtió en el último habitante que ha vivido en la ex misión. En enero de 2010, a los 85 años de edad, falleció el Tío Calayo. 
En mayo del 2008, última vez en que visité al "Tío Calayo”, me comentó que ya a sus 83 años de edad, en ese entonces, poco le faltaba para irse para "El Potrero Grande”, allá donde se encuentran sus padres, y su tatarabuelo Carlos Espinoza Castro: ¡Ya no falta mucho para que llegue el día en que debo "Amarrar los burros”, me dijo animosamente.
Le comenté al tío Calayo que esas dos frases las escuché por primera vez en voz de Don Francisco "Panchito” Núñez Cota, amigo que fue de mi abuelo Alejandro "Negro” Espinoza Peralta, y que Don Panchito había nacido en el mineral del Álamo, Baja California, en octubre de 1910. 
El "Tío Calayo” contestó: Esa era la frase que mi abuelo Zenón Acevedo Espinoza usaba, la había aprendido del abuelo de él, Carlos Espinoza Castro. Fue entonces que comprendí la antigüedad de esas expresiones peninsulares.
A mis parientes los Acevedo, y a quienes esto lean, habrán de disculpar lo breve de la narración. La genealogía de esta familia de manera más amplia se publicó en el libro "Los Rosareños”, en 1992.

Notas relevantes
Eduardo Acevedo, primero de la familia en El Rosario, nació en 1804, y falleció en 1868, un par de años después de perder a Loreto, su hijo mayor. Germana Ceseña de Acevedo, nació en 1804, y falleció en 1874. Los tres, Eduardo, Germana, y Loreto; padres e hijo se encuentran sepultados en El Llanito del panteón histórico de El Rosario, Baja California.
Loreto Acevedo Ceseña, falleció a causa de las heridas causadas cuando lo tumbó un potro bronco que amansaba en el arroyo El Rosario.
El Acevedo de mayor edad en la actualidad en El Rosario es Epifanio Acevedo Valtierra; Pablo Acevedo Ruiz también era de los más grandes, pero falleció apenas en febrero de 2013, a los 86 años de edad; mientras que otros de los "Viejos Acevedo” viven en Santo Tomás, El Sauzal y en el "Valle de los Cirios”, Baja California.

Agradecimiento
Deseo agradecer de la manera más amplia al Instituto de Cultura y Desarrollo Humano del Municipio de Ensenada, que en el XX Ayuntamiento dirige Don Luis Mario Lamadrid Moreno, por haberme invitado a escribir algunos de mis trabajos que fueron publicados por el diario ensenadense "El Vigía”, esperando que la vida nos brinde nuevamente la oportunidad de poder alternar en el devenir de nuestra historia, y que al cambio de administración, el Instituto prosiga con la labor emprendida bajo la dirección del señor Lamadrid Moreno.

* Miembro del Concejo de Cronistas del Instituto Municipal de Cultura y Desarrollo Humano de Ensenada.

*Fotos tomadas en 1995 por el niño, Alejandro Espinoza Jáuregui.

La familia Acevedo se encuentra íntimamente relacionada desde su llegada a El Rosario, con las familias Espinoza, Loya, Duarte, Peralta, Marrón, Villavicencio, Ortiz, Aguilar, García