Historias curiosas siempre encontraremos en cualquier pueblo del mundo, esta amerita un parrafo aparte.
Huelga de Inquilinos
Al cumplirse 100 años de esta gran lucha protagonizada en las principales ciudades del país por la clase trabajadora en la Argentina, iniciada el 13 de Septiembre de 1907 en las 132 piezas del conventillo de la calle Ituzaingó 279 en el barrio de Barracas; pretendemos no solo mantener viva en nuestra memoria colectiva estos hechos; sino traerlos en perspectiva histórica a nuestros días para enmarcarlos en la lucha de LOS SIN TECHO HOY.
El conventillo
Con este nombre, derivado de una expresión irónica española (Convento como prostíbulo) se comenzó a conocer a las casas que alquilaban cuartos a inmigrantes. Como consecuencia del fenómeno de crecimiento urbano que significó la inmigración europea, en una ciudad apenas preparada para un cambio de tal magnitud, nació el conventillo, cuya antesala sórdida y atestada fue el célebre Hotel de Inmigrantes. La mudanza de los grupos tradicionales al Barrio Norte (alrededor del 80% por la epidemia de fiebre amarilla) permitió alojar a numerosas familias, que se hacinaron en los ya obsoletos caserones del sur. Los especuladores, a su turno, no tardaron en acondicionar viejos edificios de la época colonial o en hacer construir precarios alojamientos para esta demanda poco exigente y ansiosa por obtener, mal o bien, su techo. La improvisación, el hacinamiento, la falta de servicios sanitarios y la pobreza sin demasiada esperanza hicieron el resto. La superficie promedio por persona era de 1,6 metros. Había nacido el conventillo.
El patio del conventillo fue sede de reclamos y un ámbito de sociabilidad. Allí se forjaban nuevas familias y, a veces, ocurrían dramas pasionales. En sus fiestas nació el tango y el sainete. Hasta mediados de 1880 no hubo agua potable en la ciudad. Los conventillos eran abastecidos por carros de aguateros, situación que se volvía intolerable en los meses de verano. No había cloacas. Tanto el retrete como el lavabo eran comunes. Había, en los barrios de Once y La Boca, un servicio cada diez cuartos aproximadamente, según las estadísticas de 1919. Esta situación provocaba epidemias como el cólera, la fiebre amarilla, el paludismo, los parásitos y las infecciones. En algunos casos había cocinas comunes, pero lo más frecuente era que se cocinara en los cuartos. También se destinaban a la cocina los rincones del patio. En cada cuarto había un calentador a alcohol o aceite que se colocaba en la puerta para que los olores fueran al patio. Si la pieza estaba en la galería superior, se lo ubicaba en el pasillo, lo cual generaba grandes discusiones por obstruir el paso.
El alto precio de los alquileres fue convirtiendo a los conventillos porteños en focos de conflicto. Los cobradores debían pasar a cobrar custodiados por la Policía. El inquilino moroso era desalojado por la fuerza pública. Los muebles se subían al carro municipal para trasportarlos a un depósito. En el camino se manifestaba la solidaridad de clase; y los desalojos solían terminar en batallas campales contra la policía.
El conventillo fue el centro de la única huelga de inquilinos de la historia. La Huelga de Inquilinos abarcó a más de cien mil personas atrincheradas en piezas y patios.
El 13 de setiembre de 1907 comenzó en las 132 piezas de Ituzaingó 279 en la Capital Federal la huelga más masiva de la época: Una medida de fuerza realizada por más de cien mil inquilinos de conventillos. Durante dos meses lucharon, entre otras reivindicaciones, por la reducción del 30 por ciento en el precio de los alquileres de las miserables piezas que habitaban. Hasta no obtener ese descuento no pagarían más.
Conventillos había en toda la Capital. Pero en la Boca, Barracas, San Telmo y Retiro los había al por mayor. Otro sector clave tenía como eje a la avenida Corrientes desde Cerrito hasta Callao. Costaba mucho pagar el alquiler. 1907 fue un año de aumentos masivos.
Los trabajadores inmigrantes vivían en los conventillos. Muchos de ellos traían en su equipaje la vivencia de lucha de los trabajadores europeos. Anarquistas, Socialistas, luchadores sindicales. Propusieron entonces luchar por rebajas. Los libertarios en particular supieron hilvanar los reclamos aislados y organizarlos en un solo haz. Impulsaron la designación de delegados por conventillo y crearon una dirección centralizada. Fue el comité central de la Liga de Lucha Contra los Altos Alquileres e Impuestos el que lanzó la huelga general aquel viernes 13 de septiembre de 1907.
"Nuestra divisa contra la avaricia de los propietarios debe ser: no pagar el alquiler"
El inquilinato que dio la patada inicial de la huelga estaba en la calle Ituzaingó, Barracas. Tenía dos puertas numeradas con el 279 y el 325 respectivamente. A este conventillo lo apodaban Los Cuatro Diques, porque sus cuatro patios eran iguales en número y disposición que los diques del puerto capitalino. A su alrededor vivían ciento treinta y dos familias -en treinta y tres cuartos por patio o dique- Vivían al día en una habitación de cuatro por cuatro, con baños, cocinas y braseros en común. Este lujo representaba un tercio de sus sueldos. Siempre y cuando consiguieran trabajo todos los días; cosa insegura porque en los frigoríficos se cobraba si había matanza, en la construcción si no llovía y en el puerto si había estiba. De lo contrario, de vuelta a la pieza sin un peso.
La huelga nacida en este conventillo de la calle Ituzaingó se extendió como un rayo a otros cien-tos de conventillos de la ciudad, Avellaneda, Lomas de Zamora, Bahía Blanca, Corrientes y Rosario.
Los caseros representantes del dueño perdieron toda autoridad. En cada inquilinato mandaba el comité del lugar. A tal punto era así que, por ejemplo, cuando el arrendatario del conventillo de Hernandarias 1756, la Boca, recibió el petitorio con los reclamos, se les rió en la cara. Entonces, los inquilinos declararon el boicot al almacén que el hombre tenía en frente. Juan Summo hizo cuentas y notó que perdía. No sólo reconoció el descuento del 30 por ciento en los alquileres sino que hasta pagó el costo de los volantes con los que se había convocado al boicot de su comercio.
Sobre las mujeres recayó una responsabilidad extra, ya que estaban todo el día en las casas al cuidado de sus proles: enfrentar las amenazas del desalojo que comenzaron a aparecer. El diario La Prensa contará que el 21 de octubre la Policía intentó desalojos en un conventillo de la calle Perú, "pero las mujeres ya estaban preparadas e iniciaron un verdadero bombardeo con toda clase de proyectiles, mientras arrojaban agua que bañaba a los agentes".
La resistencia a los desalojos tuvo diversos métodos. Por ejemplo cerrando las puertas de calle con cadenas y manteniendo guardias día y noche. Junto a las puertas acumulaban piedras, palos y todo elemento intimidatorio. Algunas crónicas relatan la decisión en algunos conventillos, de colocar enormes calderos con agua hirviendo amenazando despellejar a quienes intentaran echarlos. Un siglo antes, ésa había sido la táctica contra el invasor inglés. Los desalojos tuvieron un final funesto. El 22 de octubre una comisión judicial y policial fue a ejecutar un desalojo a la calle San Juan 677. El rumor corrió y cientos de vecinos quisieron impedirlo. Entre los gritos, los golpes y los sablazos, se abrió fuego. Cayó fulminado con un tiro en el cráneo un muchachito obrero baulero, Miguel Pepe, de 18 años. En esos días la Policía era comandada por el coronel Ramón Falcón, el mismo que dirigió la represión obrera durante la Semana Trágica de 1919. Ante la firmeza del reclamo algunos propietarios cedieron. La alegría recorrió la ciudad. En muchos patios, entre piletas y malvones, hubo fiesta y baile. Paladeaban el triunfo.
Pero en donde la organización era débil, los desalojos avanzaron. Docenas de familias quedaron en las veredas, a solas con sus pocos muebles. El gremio de los conductores de carros, anarquistas y solidarios, se puso al servicio de los desalojados para llevarlos a donde quisieran, gratis.
Pero el desalojo que quebró los ánimos fue el del conventillo iniciador del movimiento. El primer intento fue el 30 de setiembre, cuando vaciaron las piezas de Enrique Almada, 6 personas; María López, 11 personas; Fermín Micheli, 5 personas; y Santiago Rivas, 10 personas. Antonio Rinaldi -dirigente destacado del levantamiento-se salvó de ser echado del cuarto número uno por tener un hijo en cama.
Pero el golpe final en el conventillo líder ocurrió el 14 de noviembre: 250 hombres a máuser y bayonetas lo invadieron y la casa de Ituzaingó 279 quedó transformada en una barraca de la milicia.
La huelga se hizo larga. La cárcel aisló a muchos dirigentes. Y la Ley de Residencia, que autorizaba a expulsar del país inmediatamente a todo extranjero "revoltoso", mandó a otros a su país natal. Docenas de familias se reubicaron en piezas compartidas con vecinos. Otros se instalaron en plazas y en huecos de la ciudad. Hasta en la Plaza de Mayo hubo colchones más de una noche.
Muy bueno el blog! les paso dos links por si quieren ver algunas de las actividades que realizo con la Historia Oral: historiaoralort.blogspot.com y http://campus.almagro.ort.edu.ar/cienciasociales/historiaoral
ResponderBorrarUn beso
laura