jueves, agosto 27

Buenos Aires y sus negros

En el siglo XVIII, y en especial con la creación del Virreinato del Río de la Plata como consecuencia de las reformas borbónicas, la ciudad más austral del imperio español comenzó a adquirir una importancia inusitada hasta entonces. Su desarrollo se verifica en el rápido aumento de la población, la burocracia y el comercio, circunstancia que incrementó una demanda de mano de obra que intentaría paliarse con la introducción de un mayor número de esclavos africanos. Durante casi toda esa centuria – hasta el libre comercio decretado en sus postrimerías –, éstos fueron traídos forzosamente por diversas compañías, principalmente desde África occidental, Congo y Angola10 . En el período aquí analizado, la población total de Buenos Aires creció de 26.000 a cerca de 43.000 personas, de las que el 28,4 % era negra/mulata para 1778, aumentando esa cifra a 33,0 % para 181011 . Según estos autores, para el inicio del período virreinal el 24,8 % de esa población de color era libre, ocupando los esclavos el 75,2 %; mientras que para el final de éste los guarismos se modifican a 13,7 y 86,3 %, respectivamente, lo que refleja el claro aumento de la esclavitud.
Los esclavos – de predominio masculino y en general jóvenes y solteros, lo que dificultaba su crecimiento vegetativo – eran requeridos tanto en el ámbito urbano como en el rural, realizando múltiples actividades cuya diversidad va desde el servicio doméstico hasta el trabajo en la estancia como capataces, pasando por el de artesanos.

ARRIBADA

  La verdadera importación de negros por Buenos Aires se inició con las operaciones comerciales realizadas por el Obispo Victoria del Tucumán, en 1595, continuando de manera esporádica en años sucesivos. Se sabe que entre ese año y 1600 ingresaron oficialmente 1095 negros y en los tres años siguientes 3291. Desde entonces y hasta 1605 llegaron y fueron internados, bajo el control de las autoridades españolas 1628.

  Esto significa que en el término de un decenio son más o menos 6000 los negros esclavos ingresado por la vía de la legalidad. Quedan sin registrar los ingresados por contrabando.

  El fin del viaje marítimo no significó siempre el fin del traslado, pues muchos esclavos fueron vendidos para otras plazas que no eran los puertos de arribada.

  La llegada del buque negrero, casi siempre era anunciado por el olor a materia descompuesta que se desprendía de él y que el viento llevaba, sirviendo de heraldo.

  Cuando el buque fondeaba recibía la visita, que era también control de las autoridades, para verificar que los documentos coincidían con el contenido del buque, anticipándose a maniobras de contrabando. Entre los funcionarios que también subían a bordo estaba el médico, quien verificaba el estado de salud de la carga humana y dictaminaba si procedía a la internación en cuarentena o se podían bajar los esclavos a tierra firme.

  Corresponde hacer notar al respecto que cuando se creó el Protomedicato en Buenos Aires, durante la administración de Juan José de Vértiz en 1779, una de las primeras medidas fue regular el ejercicio de la medicina, pues quienes se titulaban médicos, no lo eran, pero sí charlatanes, barberos, boticarios y sangradores.

  A ello hay que agregar, para tener una idea muy somera sobre el estado sanitario de la ciudad de Buenos Aires, durante el período hispano y buena parte del independiente, la mala calidad del agua consumida pues provenía de las capas subterráneas o el río y era muy mal tratada en cuanto a las condiciones de hacerla potable. Era común encontrar en las calles o en los huecos o baldíos animales muertos, infinitos desperdicios, restos de innumerables materiales que al descomponerse atraían, junto con los pantanos a moscos, perros sueltos, algunos rabiosos o muy peligrosos por la agresividad constante, mosquitos y ratas, como también los enterramientos muy superficiales realizados en los jardines de las iglesias. Todo ello conspiraba para que fuera posible la propagación de enfermedades introducidas con los negros esclavos, especialmente la viruela, que constituyó una amenaza constante, o escarlatina, descripta como fiebre pútrida con llagas a la garganta, a la que hay que agregar la sirigonza, que era así llamada la diarrea de los negros bozales. Por consiguiente, las inspecciones debieron ser muy malas desde el punto de vista profesional.

  La decisión de mantener el buque y su carga en cuarentena, por la posibilidad de propagar enfermedades como la viruela, significaba para los cargadores y despachantes navales tiempo perdido con el aumento de los riesgos de mayor mortandad. Se dio el caso en más de una oportunidad de plagas transmitidas por esclavos, con los consiguientes reclamos de autoridades y pobladores, que se pueden consultar en las páginas del extinguido Cabildo.

  Un caso típico del mal estado de salud de la carga de negros esclavos son el arribo del buque Amphitrite y algún otro, que dieron lugar a un largo trámite administrativo para permitir el desembarco de los negros, pues de los 500 embarcados, más de 300 estaban afectados de calenturas, tiña, viruela y otras enfermedades epidémicas.

  También se dieron casos en que las autoridades exigieron el estricto pago de los derechos de internación a bordo, desatendiendo los reclamos de desembarco y atención de los negros, para poder alimentarlos y brindarles mejor atención médica, al mismo tiempo que se aceleraba el proceso de venta y con el barco desocupado, poder recibir la carga de retorno. Por su parte las autoridades temían el contagio y dispusieron que a los negros se los alojase en extramuros del lado sur. El cuidado que los esclavistas y las autoridades tenían con respecto a los negros que morían después del desembarco, debió ser muy poco, pues en más de una oportunidad se hicieron sentir las quejas y reclamos referidos a los cadáveres de negros abandonados en los huecos de la ciudad o arrastrados por las calles.

  La operación de desembarque se realizaba desde las siete de la mañana hasta las cinco de la tarde, o sea en las horas del sol. Si en ese tiempo no se habían podido desembarcar a todos, se procedía a cerrar las escotillas, para evitar huidas o desembarcos clandestinos, se ponían guardias a bordo, a la espera del día siguiente.

  De acuerdo a la documentación posible de consultar en el Archivo General de la Nación, es relativamente poco el contrabando encontrado a bordo de los buques negreros, pero por otros documentos, también ubicables en el mismo repositorio, es posible comprobar la complicidad de las autoridades hispanas para facilitar el contrabando.

  Una de las maniobras favoritas en este sentido era cargar el barco con la mitad de su capacidad con esclavos, aduciendo razones de humanidad, y la otra mitad con mercaderías, no declaradas, para su desembarco clandestino en horas de la noche o en la extensa costa que va desde el Delta hasta Samborombón. Para esto se procedía primero a la descarga de las mercaderías en pequeñas cantidades, en lugares ya establecidos en la costa. Allí lo recibían gauchos que luego trasladaban lo recibido a almacenes preparados al efecto en quintas cercanas a Buenos Aires y cubrían los bultos con parvas de paja, preparadas exprofeso. En estas maniobras delictivas tomaban participación desde los gobernadores hasta los gauchos de la campaña que eran necesitados para el acarreo.

  Una vez que el barco estaba libre de mercaderías se acercaba al puerto de Buenos Aires y hacía su entrada oficial. Las autoridades entonces no tenían nada que objetar, concentrando su labor al tema de los negros.

  De las cifras y estadísticas posibles de contabilizar de acuerdo a la documentación del Archivo General de la Nación, además de ser parcial e incompleta (Ver Molinari y Studer), presenta la constante de que ella no es lo totalmente veraz que se desea, pues comparando las arribadas al puerto de Buenos Aires con las salidas consignadas en Sevilla, por ejemplo, se comprueba una notable discrepancia, siendo lo arribado nada más que algo menos del 20% de lo salido. Esta proporción también se comprueba en el Registro Estadístico de Trelles. Puede argumentarse que muchos buques se desviaron del destino original y dejaron su carga humana en otros puertos americanos, o que la mortandad fue muy superior a lo calculado.

  Sin embargo los principales trabajos realizados en España, utilizando la documentación allí reunida sobre esclavatura, descontando las pérdidas por asaltos en las rutas, los hundimientos, las muertes registradas de los esclavos y otras causales de disminución de ingresos, da una constante entre el 25 y el 28%, como promedio. Estos porcentajes coinciden con estudios realizados respecto a la introducción de negros en el Caribe Insular y en Estados Unidos.

  Hay también casi una coincidencia total respecto a los sexos: 2/3 hombres, 1/3 mujeres. Respecto a los niños no llegaron a superar el 12% del total de cada embarque, y como consecuencia del total importado. Existe también casi perfecta coincidencia en lo referente a los precios pagados por los esclavos en América Sajona y América Española, en determinados períodos coincidentes, haciendo al mismo tiempo la equivalencia en el poder adquisitivo de la moneda.

  Todo ello hace pensar que la importación de negros por el puerto de Buenos Aires, fue la tapadera de un importantísimo comercio clandestino de mercaderías acompañadas de mano de obra esclava. Por su propia naturaleza, lo clandestino, es imposible de rastrear y reconstruir en series de cifras confiables.

  Por lo anterior, cuando se trata el tema del ingreso de negros por el puerto de Buenos Aires durante el período hispano, debe asociarse al ingreso clandestino de mercaderías, pues ambos términos de esta ecuación portuaria están íntimamente ligados entre sí, no pudiendo decirse cual de ellos se realizó para beneficio del otro. Tienen la misma interrelación que en la región caribeña y en los Estados esclavistas de Estados Unidos ya que existió entre las plantaciones de algodón, tabaco, azúcar e índigo, pues no pudieron existir sin el negro esclavo introducido, carece de explicación y justificación sin aquellas. Para Buenos Aires esclavos y comercio ilícito son las dos caras de una misma moneda, como lo son esclavo y plantación de azúcar o algodón o tabaco, para el Caribe y el Hemisferio Norte.


PALMEO



  Cuando se desembarcaba a los negros se los conducía a determinados lugares para su concentración, casi siempre plazas públicas, o lugares abiertos, para una mejor vigilancia.

  Cuando se había terminado el arribo se producía el palmeo, que era una operación para medirlos en altura y luego por descarte, poder establecer que cantidad de cabezas de negros habían entrado y que cantidad de piezas de Indias había, para pagar sobre esta última cantidad de derechos de internación.

  El palmeo deriva de palmo o cuarta, que es una medida española determinada por la distancia entre la punta del pulgar y la punta del meñique en una mano abierta, del hombre adulto. Era de unos 21 centímetros.

  Para palmar a los negros se los medía con una varilla de madera, sobre la que se habían marcado las palmas o cuartos, las medias palmas o medios cuartos y los cuartos de palma o cuarto de cuarto.

  En general se acepta como válida la clasificación hecha por Molinari respecto a los negros cuando dice que se les llamaba cabeza de negro o cabeza de esclavo, a todo individuo de cualquier edad, sexo y condición; pieza de India, para todo hombre o mujer desde quince hasta los veinticinco o treinta años, robusto, sin taras ni defectos y con todos sus dientes; un cuarto, media pieza o cuatro quintos de pieza, correspondían a los que por edad, estatura y salud no llegaban a llenar las anteriores condiciones; tres piezas de Indias, constituían una tonelada de negros. Un negro bozal era el recién llegado de África, sin haber estado en otra parte del continente; ladino se llamaba al que ya tenía un año de esclavitud en América hispana.

  Finalmente negro de asta, o cabeza de esclavo el que llegaba a la medida llamada asta; muleque era el negro bozal de siete a diez años; mulecón, el negro bozal de diez a quince o dieciocho años. A los muy pequeños se los llamó mulequilla o mulequillo. La determinación de estas diferenciaciones necesitó la intervención de expertos en el tema.

  Estos registros pueden servir para tener una idea de la cantidad y calidad de los negros introducidos, pero pierden importancia, pues los ingresos ilegales impidieron la constatación del palmeo.

  Una vez medidos se los agrupaba separándolos por sexo, considerando los defectos físicos o enfermedades que se podían detectar, para fijar un valor estimativo que los abarcara a todos los integrantes de cada grupo. El ideal del negro esclavo era el mayor de quince y menos de treinta años, sano, robusto con la dentadura completa y en buen estado, que llegaba a una altura de 7/4, o sea 1,67 metros como mínimo. Sobre ese tipo ideal de negro se pagaban los derechos de internación sin protestas, pues era posible obtener un buen precio de venta y con ello una apreciable ganancia. Por ello no hay que dejarse llevar por las declaraciones sobre defectos y enfermedades de los negros arribados (que las hubo y en cantidades no despreciables), en primer lugar, porque de ser ciertos, no hubieran sido embarcados en el puerto de origen y en caso de enfermedades contraídas en el traslado, estaban consideradas en el margen de pérdida (25 a 28%), y por ello era un riesgo calculado, como lo eran los suicidios, las fugas o muertes por causas muy variadas. Los defectos y las enfermedades existieron, pero no en la cantidad exagerada que las declaraciones existentes que los repositorios de todo el mundo muestran. Deben ser tomadas como maniobras de los esclavistas introductores para reducir el número de cabezas de Indias sobre el número de cabezas de esclavos y con ello pagar menos derechos, abaratando el costo real.

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