En el consultorio está el enorme archivador donde el doctor Elías Gassibe guarda las historias clínicas de sus pacientes, en prolijas fichas. En el mismo espacio está la computadora donde su hijo, Emilio, almacena los archivos de todas sus pacientes.
“Yo hacía computación a punta de lápiz”, justifica con su amplia sonrisa don Elías. Pero cuidado, no hay que creer que la diferencia generacional entre estos dos médicos ginecólogos hizo que don Elías se quedara anclado en el tiempo. Es más, él fue uno de los pioneros en la Argentina en aplicar las técnicas de cirugía laparoscópica, cuando por lo novedoso, era bastante resistida.
–Durante muchos años han estado juntos en el quirófano...
Elías: –Sí, desde que él era estudiante empezó a estar conmigo en el quirófano, como segundo ayudante.
Emilio: –Él operaba y yo miraba, asistía y así vas entrando en la cancha, aunque antes, en la facultad, yo había hecho cirugía experimental.
Desde lejos, para ser doctor
Elías nació en El Líbano y llegó a nuestro país a los 18 años (ver recuadro aparte) y ya estaba decidido que él iba a estudiar Medicina.
–¿Cómo eligió la carrera?
Elías: –Yo tenía más tendencia hacia la ingeniería, pero mi papá logró con el tiempo crear en mí ese deseo de elegir una profesión más humanitaria. Mi hermano tuvo un problema muy grave en un ojo y el médico le dijo: “Tu hijo va a quedar ciego si no conseguís la plata para que yo lo opere” y eso a mi papá lo afectó mucho. Me decía: “Jamás dejés de atender a nadie porque no tiene dinero”. Me contó la angustia que él vivió.
Emilio: –Fijate que él quería ser ingeniero y mis dos hermanos son ingenieros. Hay cosas que no son fáciles de explicar.
–¿A qué lugar de la Argentina llegaron desde El Líbano?
Elías: –Al Norte de la provincia de Santa Fe, a un pueblo que se llama Villa Ana, en medio del monte.
Emilio: –En esta familia inmigrante fue muy fuerte el mandato de que él tenía que estudiar y por eso él estudiaba muchas horas por día. Se recibió de médico en cuatro años y dos meses, porque rendía materias libre, que ahora no se puede.
Elías: –Después vine a Mendoza con una mano atrás y otra adelante, para llegar al sanatorio iba en micro. Mi hermano mayor me regaló un auto para que el hermano doctor no tuviera que ir en micro al hospital. Yo tengo una deuda de gratitud muy grande con él, fue como otro padre, en todos los sentidos.
–¿Cómo fue la vocación en tu caso?
Emilio: –Yo vengo de padres que lucharon contra la limitación, de género, del desarraigo, de encontrarse con otra cultura. A partir de eso yo estaba condenado a que me fuera bien. Mi mamá, por ejemplo, se escapó de la casa paterna para ir a estudiar Bioquímica a Córdoba. En esa época, los padres ni siquiera querían que fuera al secundario, lo que se estilaba era terminar la primaria y después ir a corte y confección.
–¿Conoció a su esposa en Mendoza?
Elías: –Sí, mi familia se fue una parte a Chile y otra parte se quedó en Mendoza. Yo atendía como médico a la cuñada de mi esposa, después la conocí a ella.
Emilio: –Por parte de mi mamá eran italianos y se casaban con gente de su comunidad. Pero mi papá no era paisano...
Elías: –Le decían a la familia: “Averiguá bien quién es este señor”...(risas).
Emilio: –Mi abuela compraba en el almacén de doña Josefina y se juntó con ella para decirle: “Mi hija sale con uno de los de ustedes. ¿Hay algo que yo tenga que saber? Después de que Josefina la tranquilizó, aceptaron el noviazgo (risas).
–¿Qué reacción tuvo tu papá cuando le dijiste que querías ser médico?
Emilio: –Lo tomó con orgullo. Muchas veces los hijos médicos eligen una especialidad diferente a la de su padre para no seguir teniendo de padre al padre. Vos tenés que tener espalda y tu papá aprender a correrse cuando haga falta. Cuando vos terminás de ver quién sos, ves al otro desde otro ángulo, ya no necesitás diferenciarte forzosamente de él. Ahora yo veo todo lo que él ha hecho y no deja de admirarme.
–¿Cómo ha sido trabajar con su hijo?
Elías: –Frente al proyecto de vida que significa tener un hijo médico, uno ve el futuro. Vos ves a través de sus ojos y a través de ellos se percibe, se ve el futuro.
“Yo hacía computación a punta de lápiz”, justifica con su amplia sonrisa don Elías. Pero cuidado, no hay que creer que la diferencia generacional entre estos dos médicos ginecólogos hizo que don Elías se quedara anclado en el tiempo. Es más, él fue uno de los pioneros en la Argentina en aplicar las técnicas de cirugía laparoscópica, cuando por lo novedoso, era bastante resistida.
–Durante muchos años han estado juntos en el quirófano...
Elías: –Sí, desde que él era estudiante empezó a estar conmigo en el quirófano, como segundo ayudante.
Emilio: –Él operaba y yo miraba, asistía y así vas entrando en la cancha, aunque antes, en la facultad, yo había hecho cirugía experimental.
Desde lejos, para ser doctor
Elías nació en El Líbano y llegó a nuestro país a los 18 años (ver recuadro aparte) y ya estaba decidido que él iba a estudiar Medicina.
–¿Cómo eligió la carrera?
Elías: –Yo tenía más tendencia hacia la ingeniería, pero mi papá logró con el tiempo crear en mí ese deseo de elegir una profesión más humanitaria. Mi hermano tuvo un problema muy grave en un ojo y el médico le dijo: “Tu hijo va a quedar ciego si no conseguís la plata para que yo lo opere” y eso a mi papá lo afectó mucho. Me decía: “Jamás dejés de atender a nadie porque no tiene dinero”. Me contó la angustia que él vivió.
Emilio: –Fijate que él quería ser ingeniero y mis dos hermanos son ingenieros. Hay cosas que no son fáciles de explicar.
–¿A qué lugar de la Argentina llegaron desde El Líbano?
Elías: –Al Norte de la provincia de Santa Fe, a un pueblo que se llama Villa Ana, en medio del monte.
Emilio: –En esta familia inmigrante fue muy fuerte el mandato de que él tenía que estudiar y por eso él estudiaba muchas horas por día. Se recibió de médico en cuatro años y dos meses, porque rendía materias libre, que ahora no se puede.
Elías: –Después vine a Mendoza con una mano atrás y otra adelante, para llegar al sanatorio iba en micro. Mi hermano mayor me regaló un auto para que el hermano doctor no tuviera que ir en micro al hospital. Yo tengo una deuda de gratitud muy grande con él, fue como otro padre, en todos los sentidos.
–¿Cómo fue la vocación en tu caso?
Emilio: –Yo vengo de padres que lucharon contra la limitación, de género, del desarraigo, de encontrarse con otra cultura. A partir de eso yo estaba condenado a que me fuera bien. Mi mamá, por ejemplo, se escapó de la casa paterna para ir a estudiar Bioquímica a Córdoba. En esa época, los padres ni siquiera querían que fuera al secundario, lo que se estilaba era terminar la primaria y después ir a corte y confección.
–¿Conoció a su esposa en Mendoza?
Elías: –Sí, mi familia se fue una parte a Chile y otra parte se quedó en Mendoza. Yo atendía como médico a la cuñada de mi esposa, después la conocí a ella.
Emilio: –Por parte de mi mamá eran italianos y se casaban con gente de su comunidad. Pero mi papá no era paisano...
Elías: –Le decían a la familia: “Averiguá bien quién es este señor”...(risas).
Emilio: –Mi abuela compraba en el almacén de doña Josefina y se juntó con ella para decirle: “Mi hija sale con uno de los de ustedes. ¿Hay algo que yo tenga que saber? Después de que Josefina la tranquilizó, aceptaron el noviazgo (risas).
–¿Qué reacción tuvo tu papá cuando le dijiste que querías ser médico?
Emilio: –Lo tomó con orgullo. Muchas veces los hijos médicos eligen una especialidad diferente a la de su padre para no seguir teniendo de padre al padre. Vos tenés que tener espalda y tu papá aprender a correrse cuando haga falta. Cuando vos terminás de ver quién sos, ves al otro desde otro ángulo, ya no necesitás diferenciarte forzosamente de él. Ahora yo veo todo lo que él ha hecho y no deja de admirarme.
–¿Cómo ha sido trabajar con su hijo?
Elías: –Frente al proyecto de vida que significa tener un hijo médico, uno ve el futuro. Vos ves a través de sus ojos y a través de ellos se percibe, se ve el futuro.
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