El centro asturiano de Nueva York inaugurara el sábado su nueva sede social.Una exposición recuerda la historia de los primeros inmigrantes.
RE Nl próximo sábado, 11 de septiembre, la comunidad asturiana en Nueva York tiene una cita. Mientras la ciudad conmemora el noveno aniversario de la caída de las torres gemelas, la vida sigue fluyendo en sus calles, y en el 4101 de Broadway, en Astoria, los inmigrantes del Principado celebran la inauguración de su nueva sede social, coincidiendo con la festividad de la Virgen de Covadonga. La junta directiva, presidida por Maria Gelchie, ha organizado una fiesta a la que están invitados el centenar de familias oriundas de Asturias que forman parte del centro.Son herederos directos de aquellos inmigrantes españoles que desde finales del siglo XIX llegaron a la Gran Manzana en busca de un futuro. Una exposición fotográfica, basada en las imágenes que 10 familias han aportado recordará su peripecia. La muestra, organizada por el catedrático de la New York University, James D. Fernández, se denomina La colonia: un álbum fotográfico de los inmigrantes españoles en Nueva York 1898-1945 , que se inaugurará el próximo día 17 en el King Juan Carlos Center, según recogía ayer el diario El País.
Asturias tendrá una presencia destacada en esta exposición. En el año 1930, se calcula que la comunidad española en Nueva York, tenía entre 25.000 y 30.000 inmigrantes, la mayoría del norte de España y muchos de ellos, asturianos. Sin embargo, al ser un grupo mucho menos numeroso que los irlandeses o los italianos, nunca tuvo la influencia y el reconocimiento que tuvieron ellos.
EL TESTIMONIO Dolores Sánchez, hija de una pareja de gallegos y esposa de Manuel Alonso, descendiente de asturianos, recuerda que en la década de los 30 "había un grupo grande de españoles, sobretodo asturianos y gallegos". Ella coincidía con sus hijos en la escuela. Dolores Sánchez y Manuel Alonso, que precisamente se conocieron en la boda de otros inmigrantes, son los patriarcas de una de las 10 familias que cedió fotos a James D. Fernández para organizar su muestra.
Manuel Alonso aún recuerda cuando su padre decidió sacarles de Nueva York y llevarles al campo durante la Gran Depresión. En verano, alquilaban habitaciones a sus paisanos españoles que querían alejarse de los rigores del calor en la gran ciudad. En invierno, se reunían con otros agricultores, también españoles, para celebrar la matanza.
Su biografía familiar forma parte de la memorica colectiva de la inmigración, es la historia de un asturiano que antes de llegar a Nueva York pasó por Cuba y por Florida, que liaba puros en una tabaquera mientras escuchaba a un lector que repasaba las noticias de la prensa. Manuel Alonso es hijo de este hombre que nunca pudo regresar a Asturias, pero que estaba orgulloso de sus orígenes.
James D. Fernández trata de sacar a la luz sus vidas, como hombres que tuvieron que dejar atrás su casa para prosperar pero también como una comunidad que se unió, que se asoció, para superar la falta de asistencia sanitaria o el seguro de desempleo. Fernández sitúa en esta lucha el origen del centro asturiano.
La exposición, que recoge 60 imágenes, además de recortes de noticias de periódicos de la época, anuncios y fichas de clubs sociales, no será una actividad aislada. En realidad, forma parte de un proyecto más amplio y más ambicioso de la Sociedad Histórica de Nueva York y del Museo de Barrio, que indaga en los orígenes latinos de la ciudad, que tenía su corazón en el Spanish Harlem, en Brooklyn Heights, en la parte oeste de la calle 14 y en Lower East Side
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