Un viaje fascinante a la Carthago Nova republicana de  finales del siglo I d.C. y primeras décadas del siglo II (Augusto y los  'julio claudios'). La época de esplendor. Debajo de los adoquines están  los romanos. Cartagena muestra su viejo e imperial esplendor. El cerro  del Molinete esconde el puzzle de un pasado palaciego. Historia de un  altozano que fue una pequeña Roma. Capiteles de travertino rojo  proveniente de las canteras de Mula, pilastras, retratos de dioses y  hombres en mármol, manos y pies, escenas de cacería, cerámica, ánforas  africanas de salazones, fragmentos de serpiente, inscripciones  funerarias, sextercios del siglo III d.C., cristales de yeso, lucernas y  utensilios domésticos como botellas de cerámica, bisagras de bronce y  de hueso, sartenes, anillos de oro del siglo III o agujas para el  cabello y agujas para coser. El último número de la revista anual  'Mastia' analiza los últimos trabajos realizados en el Cerro del  Molinete, que se han presentado en la VIII Feria Internacional de Roma  en los Museos del mundo, celebrada en Tarragona.
Parte de todo ello se reúne en la exposición 'Arx  Hasdrúbalis. La ciudad reencontrada', en el Museo Arqueológico de Murcia  (MAM), un centenar de objetos, que tiene como comisario al director de  las excavaciones, José Miguel Noguera, y a su coordinadora, María José  Madrid. El Molinete, la fortaleza del general Asdrúbal, sigue  'hablando'. Allí se siguen encontrando y estudiando trozos de historia.  Allí siguen los arqueólogos 'leyendo' pacientemente un pasado que abarca  desde los momentos fundacionales de Cartagena hasta el siglo XX: mucha  historia acumulada (superpuesta, reutilizada y enmarañada). La próxima  campaña integral de excavaciones está a punto de comenzar con un  presupuesto cercano a unos generosos 3.700.000 euros que aportan el  Ayuntamiento de Cartagena y la Comunidad Autónoma a través del Plan E.  El Molinete, de momento, sortea la crisis. Restauradores, arqueólogos y  cuadrillas de operarios tienen los cascos puestos. Muchos frentes  abiertos.
 
Recuperar las aceras
Todo comenzará a transformarse en muy pocos días. En esta ocasión las aceras son de hace veinte siglos. Pero el Plan E tiene plazos y compromisos y el 1 de enero de 2011 el Parque Arqueológico del Molinete comenzará (por contrato, que es lo bueno que tiene el Plan E) a ser un espacio visitable y disfrutable por los ciudadanos. Los arqueólogos tienen ojos para lo que el resto de los humanos apenas perciben. Pero hay que escucharles. En una piedra son capaces de apreciar una mansión. Pero son seductores.
Recuperar las aceras
Todo comenzará a transformarse en muy pocos días. En esta ocasión las aceras son de hace veinte siglos. Pero el Plan E tiene plazos y compromisos y el 1 de enero de 2011 el Parque Arqueológico del Molinete comenzará (por contrato, que es lo bueno que tiene el Plan E) a ser un espacio visitable y disfrutable por los ciudadanos. Los arqueólogos tienen ojos para lo que el resto de los humanos apenas perciben. Pero hay que escucharles. En una piedra son capaces de apreciar una mansión. Pero son seductores.
Queda mucho por remover en la ladera Sur, por desmontar y  desbrozar, mucho por profundizar y desempolvar, mucho por mostrar.  25.600 metros cuadrados (unos 3,6 campos de fútbol de primera división)  de incógnitas (de los que la mitad ya se encontrarán 'musealizados' a  finales de año). «No se trata de excavar solamente sino de una larga y  pausada labor de inventariado, clasificación de materiales, fotografía,  conservación, investigación, puesta en valor y urbanización del  entorno», argumentan. Horizonte final: entre 15 y 20 años (lo mismo que  llevó 'levantar' el Teatro Romano. Tiempo al tiempo. «Cartagena tiene su  futuro en su pasado y hay que hacerlo comprensible para los  ciudadanos», aseveran Noguera y Madrid. «La arqueología es una fuente de  riqueza. Invertir en patrimonio es apostar por el futuro», subrayan.
La idea es que el visitante entre en el futuro Centro de  Interpretación (que comparte edificio con el actual Centro de Salud) y  salga de allí, tras contemplar los primeros mosaicos, caminando por las  calles romanas y entre en los edificios (termas, templos, la curia -la  sede del Senado-, el foro o un espacio para banquetes). ¿Cuántos  habitantes tenía esa Cartagena romana? «Unas ocho mil personas. Una  ciudad estratégica, populosa y próspera, ni grande ni pequeña, dedicada  al comercio y muy 'viva' y muy cosmopolita, con cultos e influencias de  todo el mundo conocido en su época: orientales, egipcios y griegos.  Gentes que hablaban todos los idiomas de la época y que sabían como  sacar partido a las minas de plomo y plata», explica Noguera.
¿Qué se verá? Hay tres grandes zonas de excavación: el  foro (del que se conserva parte del pavimento original), un tempo (se  conserva el núcleo de hormigón, el 'podium', de ese espacio posiblemente  dedicado a alguna divinidad de origen egipcio, Isis o Serapis) y la  llamada 'Ínsula I' con unas dimensiones que superan los mil metros y que  incluye un complejo termal y el atrio, un edifico de banquetes con una  palestra o pequeña plaza porticada. Sobre ese espacio se construirá una  gran bóveda (nueve metros de altura) que servirá de protección de  pinturas y pavimentos. Además se excavará en la parte superior del  cerro, cerca de los viejos molinos de viento del siglo XVII que siguen  allí, presidiendo el altozano y donde se encuentran los grandes  depósitos de recogida y distribución de agua de la ciudad romana. Desde  lo alto, junto a la Muralla de Deán (siglo XVI) y restos de viviendas  indígenas (siglo III y IV a.C. ¿la Mastia Ibérica?), uno puede entender  la topografía de la ciudad inexpugnable de las cinco colinas y su  condición de urbe estratégica.
Un falo de piedra  
Allí están las calles romanas que suben hacia el cerro,  trozos de cornisa, adobes, mármoles policromos, bases, fustes de  columnas (uno de ellos tiene un metro de diámetro, lo que da las pautas  de la arquitectura colosal que se erigió en el Molinete, ya que la  medida 'normal' es de unos 40 centímetros) y capiteles en espera de que  alguien resuelva ese acertijo de piedra. Fragmentos que sirvieron para  la construcción de la ciudad tardo romana y bizantina y que siguieron  empleándose a lo largo de los siglos. «El Molinete nos mostrará la  ciudad cotidiana y nos permitirá conocer cómo vivían los ciudadanos de  hace veinte siglos», señala.
Un aventajado falo labrado en un bloque de piedra en una  de las calles de caliza que desembocaba directamente a una de las  entradas del teatro. No es difícil escuchar un runrún de togas, el viril  metal de los soldados y algunas risas. Un falo invertido (no está claro  si su 'dirección' es la correcta o ha sido cambiada a lo largo de los  siglos) que es un objeto protector contra el mal de ojo y otras  calamidades y malaventuras.
El Molinete no deja de 'hablar'. Un templo dedicado a la  diosa asiria Atargaris, cuyo culto está vinculado con la salud y el  agua, muros de piedras cúbicas oscuras, sillares de edificios, un trozo  de escudo, una prensa de aceite o de vino. ¿Habrá sorpresas? «¡Quién  sabe lo que nos vamos a encontrar!», dice Noguera.
Al Molinete le queda mucho por 'decir'. «Cuenta la  historia de la ciudad de Cartagena, es un espacio vivo», afirma María  José Madrid. «Cuenta la historia y muchas historias de muchas  épocas&hellip, pero estamos en el prólogo de un gran y denso libro  de 200 páginas; un preludio que promete sorpresas», subraya Noguera.  Pero esto es lo que, de momento, ha relatado. Queda poco para pasear por  sus calles.
Son extraños los lugares que muestran sus ruinas y el  orgullo de sus piedras amputadas. Lo que aquí se encuentra son más que  objetos, son historias; historias de hombres muertos y de dioses  muertos. Lugar extraño es El Molinete de Cartagena. Se escucha el  'maullar' de las gaviotas. El aire es diferente. El pasado y el futuro  se entrecruzan y el presente se convierte en una herramienta de esa  colisión, de esa doble herencia hacia atrás y hacia delante. Es un lugar  careado y enigmático. Permite el privilegio de pisar el tiempo. Es  fácil imaginar a las gentes que aquí vivieron, que miraron el mismo mar,  que vieron zarpar barcos cargados con aceite y vino, que amaron,  soñaron, conspiraron, admiraron la belleza del mármol, a sus dioses  celebraron ofrendas y pidieron beneficios para sus familias y  negocios&hellip, y murieron. Ecos y rumores entre hierba agostada,  maleza, botellas vacías y caracoles. Comienza la limpieza.
Cartagena se reinventa en este lugar que promete  sorpresas. Comienza una nueva campaña de exavaciones. Plan E para el  siglo I.
EL PRIVILEGIO DE PISAR EL TIEMPO
Lo más extrardinario. Un cuerno de la  abundancia de  mármol (foto), cornucopia, que está considerado como una de las  joyas de la  arqueología regional. 66,86 centímetros de alto por 23,85 de  ancho.  Está datado en la segunda mitad del siglo IV, en la época  augusta  avanzada. Símbolo de prosperidad que acompañaba a una mujer   perteneciente a alguna familia imperial o a una divinidad. Muy hermoso.   Una pieza magnífica. Se puede contemplar en el MAM.
Lo más pequeño. Casi una lágrima o  una  lenteja de ámbar. Un camafeo con una representación de una Victoria   alada que porta una palma con la mano derecha, quizá una diminuta  pieza  que estaría engarzada en una joya.
Lo más cotidiano. Una sartén broncínea  con mango de  hierro, del siglo III d-C, con las que los romanos  hicieron, con toda  probabilidad sus típicas gachas.
Lo más 'caliente'. Un falo invertido,  símbolo de  protección y amparo.
Lo más  impactante. El yacimiento  integral de El Molinete y su estado de  conservación. La estructuración  del territorio urbano que permitá  conocer las formas de vida.
Lo  más lúdico. Fichas de hueso, del  siglo I al III a.C. El 'venator',  el cazador de fieras aparecido en unos  de los frescos.
Lo más artístico. Las pinturas de las   paredes de algunas de las casas (rojos, anaranjados y negros y algunas   peculiares imitaciones de mármoles) que ofrecen una idea del gusto de   sus moradores y la elevada idea del diseño romano.
Lo más seductor. Venus. Una cabeza de   divinidad femenina que sigue los cánones de belleza del siglo IV a.C.   «La guapa del yacimiento», según José Miguel Noguera y María José   Madrid.
Lo más enigmático. Los  grafitos e  inscripciones en cursiva en griego y latín encontrados en  el edificio de  banquetes. En uno de ellos hay un listado de alimentos  (en los que se  gastan sumas importantes de dos denarios) y en la otra  hay una máxima  griega que se podría traducir como 'Si te critican no  hagas caso' o  'Déjalos hablar'.
Lo más valioso. Las calles y el brocal  de un pozo de  agua potable en el edificio del atrio.
Lo más bello. Los capiteles corintios,  delicadamente  tallados, provenientes de las canteras de Mula.
Lo mejor conservado. El suelo de la  palestra, el  espacio abierto y porticado de las termas (unos trescientos  metros  cuadrados), con ladrillo formando una gran espiga.
Lo más ritual. El templo dedicado a   divinidades orientales con inscripciones dedicadas a las diosas Isis o   Serapis.
Lo más moderno. La  aparición de las  galerías de un nuevo refugio de la Guerra Civil,  encajado encima de las  termas romas y con una extensión de unos 800  metros (llega hasta las  Puertas de Murcia).
Lo más fúnebre. Un cipo funerario con el  retrato de  una pareja, muertos con 25 años, una hornacina y una  inscripción  protocolar: 'Aquí yaces, que la tierra te pese poco'.
Lo más lujoso. Un pequeño anillo de  oro  del siglo III d.C, que 'habla' de la elegancia y empaque de los   habitantes de Carthago Nova.
Imprescindible. La exposición 'Arx  Hasdrúbalis',  hasta el 29 de agosto, en el Museo Arqueológico de Murcia.  Avda.  Alfonso X, 7. 968234602. Martes a sábados, de 10.00 a 20.30  horas.  Domingos y festivos: de 10 a 14 horas. Entrada gratuita.
Fuente: laverdad.es
Fuente: laverdad.es

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