Martín García
Un apasionado admirador de la isla, enclavada en el Río de la Plata, pondera sus bellezas naturales y el valor histórico.La isla Martín García está muy cerca, en el Río de la Plata, a dos horas en una lancha de pasajeros que zarpa de la Estación Fluvial de Tigre. Su nombre se debe a un tripulante de Juan Díaz de Solís, que fue sepultado allí.
Todo invita a la reflexión, ya que la isla guarda parte de nuestra historia en el Muelle Viejo, el Barrio Chino, polvorines que guardaban armas para su defensa y un cementerio con cruces inclinadas. Fue lugar de cuarentena para enfermos de fiebre amarilla, sitio de detención de la tripulación del buque alemán Graf Spee –hundido en el Río de la Plata durante la Segunda Guerra Mundial– y base militar devenida en sede administrativa. Sigue en pie el cine-teatro y también hay una laguna, formada en los restos de una cantera, de la que se extraían piedras para el adoquinado de la ciudad de Buenos Aires.
Este lugar silencioso muestra en cada rincón el murmullo de la vida, con una gran variedad de mariposas, pájaros, iguanas y exuberante vegetación, cuidada por guardaparques. Es un paraíso para los pescadores, con camping, viejos cañones, aeródromo en actividad, hotel, capilla y mucho para sorprenderse. También atraen el aroma de comidas caseras del restaurante Solís, la panadería con su famoso pan dulce y un acacio negro de más de dos siglos, que ya es como un amigo y al que bauticé Carlos V, porque todos los amigos tienen nombre.
Todo invita a la reflexión, ya que la isla guarda parte de nuestra historia en el Muelle Viejo, el Barrio Chino, polvorines que guardaban armas para su defensa y un cementerio con cruces inclinadas. Fue lugar de cuarentena para enfermos de fiebre amarilla, sitio de detención de la tripulación del buque alemán Graf Spee –hundido en el Río de la Plata durante la Segunda Guerra Mundial– y base militar devenida en sede administrativa. Sigue en pie el cine-teatro y también hay una laguna, formada en los restos de una cantera, de la que se extraían piedras para el adoquinado de la ciudad de Buenos Aires.
Este lugar silencioso muestra en cada rincón el murmullo de la vida, con una gran variedad de mariposas, pájaros, iguanas y exuberante vegetación, cuidada por guardaparques. Es un paraíso para los pescadores, con camping, viejos cañones, aeródromo en actividad, hotel, capilla y mucho para sorprenderse. También atraen el aroma de comidas caseras del restaurante Solís, la panadería con su famoso pan dulce y un acacio negro de más de dos siglos, que ya es como un amigo y al que bauticé Carlos V, porque todos los amigos tienen nombre.
Fuente:clarin.com
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