martes, febrero 5

Próceres y negreros

El puerto de A Coruña fue uno de los vértices del tráfico triangular con esclavos a América, origen de las grandes fortunas de la ciudad.

 
Solo en un quinquenio, hubo al menos 25 expediciones negreras en Galicia. Fue entre 1916 y 1820, cuando el puerto de A Coruña, convertido en uno de los vértices del triángulo del tráfico de esclavos de África a América, vivió la edad de oro de la trata, un episodio sobre el que los historiadores pasan de largo y cuyas fuentes públicas han sido borradas para preservar el origen de muchas fortunas
Tenían nombres tan inocentes como Noticioso, La Herculina, La Mariquita o La Mariposa. Y otros más confesionales como Pura y Limpia Concepción, Jesús María y José o San Juan. Los próceres coruñeses bautizaban de ese modo a los bergantines, galeones y fragatas con los que hacían la trata de negros, una actividad sobre la que los historiadores pasan de puntillas o evitan, a pesar de su importancia en el comercio del puerto de A Coruña, que en el primer tercio del siglo XIX se convirtió en uno de los vértices del tráfico triangular con África y América.
Ahora que el cine americano muestra en la película Lincoln, de Spielberg, los esfuerzos de aquel presidente por abolir la esclavitud en su país, y que incluso Tarantino trata a su modo el espinoso asunto en Django desencadenado, es una ocasión para volver sobre un pasado coruñés poco conocido y que dio lugar a las mayores fortunas de la ciudad.
Estos comerciantes formaban parte de una incipiente burguesía que se debatía entre el Antiguo Régimen y el liberalismo. Era la élite de la época, instalada tanto en la esfera de los negocios como de la política.
No había distinción entre absolutistas y constitucionalistas a la hora de enriquecerse, y la trata de esclavos ocupó a unos y a otros, que se afanaron por igual en destinar sus barcos al tráfico de esclavos -mano de obra barata para los ingenios azucareros y otros duros trabajos- cuando el comercio colonial palidecía.
La edad de oro de la trata de negros en Galicia fue entre los años 1816 y 1820 y estuvo dirigida sobre todo por coruñeses. Solo en esos años, se llevaron a cabo al menos 25 expediciones negreras y el número de esclavos transportados a Cuba por armadores gallegos ascendió a 6.854. Este auge negrero fue consecuencia de la abolición de la esclavitud (1808) en Inglaterra, que aprovecharon los armadores españoles para hacerse con los barcos negreros ingleses y sus infraestructuras. Se calcula que en esos años los negreros españoles introdujeron en Cuba unos 111.000 esclavos.
Pero apenas queda hoy información sobre el comercio gallego de esclavos. Solo ha quedado su rastro en los documentos privados de los colegios notariales.
"En Galicia han sido destruidas prácticamente todas las fuentes públicas que podían haber aportado información directa sobre la trata: el encubrimiento social de los descendientes de los negreros les obligaría, con toda probabilidad, a ocultar el origen de sus fortunas", sostiene Luis Alonso Álvarez, catedrático de Historia Económica de las Instituciones de la Universidade da Coruña, autor del libro Comercio colonial y crisis del Antiguo régimen en Galicia, 1778-1818.
Pero ¿quiénes se dedicaban a la trata de negros? Fundamentalmente, armadores, comerciantes dedicados a la exportación de curtidos, vinos y aguardientes, reexportadores y salazoneros de sardina, en su mayor parte venidos desde Cataluña, muchos de los cuales habían llegado a la ciudad atraídos por la liberalización del comercio a finales del siglo XVIII. No solo catalanes; también, vascos, riojanos de Cameros, asturianos y algún valenciano, que vieron en los comercios marítimos con ultramar la posibilidad de hacer fortuna alrededor del puerto coruñés. Una oligarquía profundamente endogámica, en la que todos emparentaban con todos y formaban sociedades mercantiles cruzadas, y en la que no faltaban prestamistas, inversores e importantes propietarios de fincas rústicas y urbanas.
De ese constante tejido de intereses y apellidos aún quedan vestigios y a poco que se escarbe en la genealogía familiar algunos coruñeses se encontrarán con aquellos nombres. De otros nombres solo queda el esplendor pasado reflejado en sus abandonados panteones del cementerio de San Amaro.
Bartolomé de las Casas, José Blanco, Marcial Francisco del Adalid, José Arias, Francisco Romeu, José Mens, Manuel Sierra, José Fullós, Jaime Dalmau, Juan Bautista Larragoiti, Selisis, González del Valle, González Pola, Bartolí, Gurrea, Donato, Salvador Rivera Pecarrere, Antonio Santiago de Llano, Martín de Torres Moreno... Ellos fueron, con Juan Francisco Barrié, algunos de los negreros coruñeses.
Esos hombres, espoleados por la profunda crisis del tráfico colonial tras el establecimiento del comercio directo de los europeos con las colonias españolas en América, vieron en la trata la manera de obtener beneficios y de esquivar los riegos que podía entrañar invertir en industrialización.
Juan Francisco Barrié D' Abadie, de origen francés, llegó a ser el principal negrero. Propietario de una de las fábricas de sombreros más importantes de la época, organizó un total de trece expediciones, una cifra muy por encima de otros comerciantes coruñeses (Casas y Blanco le seguían a gran distancia, con cuatro expediciones cada uno).
Barrié, prohombre liberal, condecorado con la Legión de Honor francesa y Caballero de la Orden de Carlos III, optó por la trata "atendiendo a la situación deplorable en que se halla nuestro comercio y teniendo la noticias de que algunas expediciones dirigidas a la costa de Guinea a efecto de conducir negros a La Habana habían producido decentes resultados" .
Como él, también Romeu, José Ramón Santos o Adalid, entre otros muchos, se refirieron a la crisis del comercio colonial para justificar el tráfico de esclavos, que España se había comprometido con Inglaterra a abolir en 1817 pero quedaría en papel mojado a lo largo de buena parte del siglo y Estados Unidos hizo efectiva en 1865 gracias al tesón de Lincoln para incorporar la prohibición en la XIII enmienda a la constitución.

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