En el libro "Patricias Sanjuaninas", César Guerrero bosquejó algunos antecedentes de
muchas mujeres de nuestro medio que de una u otra
forma han contribuido a la elevación social, cultural y progresista de
la ciudad de Jufré.
Entre sí, nada tienen en común, excepto que en su
época fueron admiradas y queridas por la sociedad. Este es el texto de
Guerrero sobre ellas:
Teresa de Ascencio de Mallea
Es la primera mujer sanjuanina que se eleva sobre sí misma, con relieves propios, entrelazando su nombre Teresa de Ascencio de Mallea con el del hidalgo hispano que la hiciera su esposa Juan Eugenio de Mallea. La
conquista española trajo a estas tierras un avasallamiento. Pero aquí
encontró un ambiente propicio al propósito que los animaba, por la
comprensión de los naturales que supieron someterse sin resistencia en
la creencia que irían a ser considerados semejantes.
El caso fue que un jefe español se casó con una india, hija del jefe huarpe. Se ligaban así dos corrientes sanguíneas de abolengo: la hispana y la indiana.
En amalgama idealizada por la necesidad, ambos cónyuges formaron el
primer hogar sanjuanino, a cuyo efecto se construyó la primera casa de
material de estilo español en Cuyo, tomando como
ejemplo lo que había hecho Jufré en Santiago de Chile. Así surgió de
este matrimonio el arranque de la familia sanjuanina organizada y
cristiana que debía servir de ejemplo a generaciones sucesivas.
Teresa de Ascensio llenó una función social al igual que lo hubiera hecho cualquier española de buenos sentimientos.
Desde aquel momento en que se formara el hogar de Mallea, moral y
materialmente, la incipiente ciudad comenzó a extender su radio de
acción en todo sentido. Y la figura de Teresa de Ascensio se fue
también extendiendo como manto protector por los lugares que la acción
del hispano proyectaba su grandeza en estas vírgenes tierras.
La princesa indígena falleció antes que su esposo, casi
octagenaria como haciendo mérito a la longevidad de la raza. Su muerte
fue profundamente sentida por todos los habitantes de la comarca. Los
nativos, porque veían desaparecer en ella el último baluarte de sus
derechos y los conquistadores porque habían observado en ella, nobleza
en sus sentimientos y pujanza en su hacer, como por su manera de obrar,
por su bondad,. por su hidalguía.
Micaela Vega Sarmiento
Singular mujer que, por su
prestancia, señala una época en la vieja ciudad colonial, a la vez que
por su apego a la tradición de su apellido, deja como herencia el
entronque de su genealogía en sucesivas generaciones que han de
ostentarlo con orgullo.
Fue una de las primeras mujeres de abolengo, hija de
peninsulares nacida en nuestra ciudad. Sus padres fueron Alonso
Sarmiento y Ana Lemus.
Micaela era la hija menor. Se casó muy joven, en 1636, con don Jacinto Quiroga y Mallea, quien fuera nieto del capitán Juan Eugenio Mallea y la princesa india Teresa de Ascensio de Mallea.
Micalea de Vega Sarmiento de Quiroga y Mallea, poseía
talento suficiente como para sobresalir de sus contemporáneas y,
aunque muy apegada a la prosapia de la familia, supo sin embargo,
granjearse las simpatías de sus amistades. Tanto ella como su hermana
Catalina, con las nietas de la princesa angaquera, fueron las que
cimentaron el plantel de la progenie sanjuanina con rasgos
sobresalientes en la integración de la sociedad que por entonces se iba
formando.
Magdalena Ladrón de Guevara
Es la primera sanjuanina del siglo XVIII que se nos presenta con caracteres definidos. Era una
persona distinguida, sobresaliendo
del reducido número de familias de cierta cultura que, por entonces,
componían la sociedad aldeana de la incipiente ciudad. Por sus
refinadas modalidades y gracia castellana que había heredado de su
mayores peninsulares y amoldado el ambiente inocente de nuestro medio.
La espiritualidad innata de Magdalena, acompañada por su exquisita belleza y donaire estilo valenciano, atraían
con irresistible fuerza la atención y las miradas provocativas de los
jóvenes y viejos que contemplábanla con cariño en las naves de la
iglesia, en las verjas de su hermoso jardín florido.
A principios de 1700 la monotomía era asfixiante y
solamente de tarde en tarde se notaba una algarabía, en los pocos
casamientos que se realizaban o en las tertulias, siendo organizadas
por Magdalena las que atraían mayor interés. Departiendo afablemente
entre sus invitados, formaría corrillos a hurtadillas entre los jóvenes
que más de una vez se disputaría a capa y espada una sonrisa.
Pero hubo uno que tuvo una suerte
envidiable de penetrar en los insondables misterios de su noble
corazón, conquistándolo en buena ley. Clemente Morales de Albornoz fue
el caballero afortunado que contrajo matrimonio con la simpática
Magdalena el 19 de octubre de 1721, ante la espectativa general de los
comarcanos que la admiraban.
Joven aún, Magdalena falleció en el esplendor de la
edad. La vida empezaba a sonreirle por el bienestar que gozaba,
desapareciendo con ella, el tipo representativo de la colonia pero
dejando grabada una época promisoria de San Juan. Con su figura de
mujer hermosa, cuya fama como tal ha podido llegar hasta estos días,
como una reminiscencia trascendente.
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