La Ciudad de Vera de las Siete Corrientes atesora un valioso patrimonio tangible como pocas en el país. Es, en verdad, como Capital de Provincia histórica y trascendente, el reflejo de lo que también contiene su interior profundo, tan pleno y tan sobradamente bello en todo lo atinente a la herencia identitaria, al sentido de pertenencia transmitido a través de los objetos y las ideas, pensamientos, mentalidades, el legado tangible, pero también intangible, del que debemos sentirnos sanamente envanecidos y saber, a mas de cuidarlo, exponerlo por la riqueza inconmensurable que en cualquiera de sus órdenes puede Corrientes, mostrar, al país, y también al mundo.
La Ciudad de Corrientes, destaca en el fárrago de su exuberante patrimonio, un arte escultórico de calidad y trascendencia, no solo por las obras en si mismas reveladas, sino por quienes las fraguaron para el fin último, rendir justo homenaje de recordación y memoria eterna hacia hombres y gestas, rendir culto al arte en si mismo, expresar los sentimientos más profundos y los ideales más entrañables y queridos, de belleza, conforme el gusto y la mentalidad del tiempo en que fueron creados. Cualquiera sea el sentido, la sola ostentación pública significó para la ciudad un componente mas para hermosearla y para la comunidad, un elemento nuevo para su deleite.
Cierto es sin embargo que desde hace algún tiempo, tiempo ya preocupantemente prolongado por cierto, la sociedad heredera del patrimonio legado, pero custodia circunstancial y temporal del mismo en el compromiso de pertenencia y legataria a los que vengan, no está respondiendo, o para mejor, lo está haciendo con un desdén lastimoso, una falta de conciencia, una gran ignorancia y por sobre todo, dejando que ese legado sea cobardemente atacado, manifiestamente profanado, burdamente mancillado, casi tanto como aquella “Diana de Falguiere” cuando las hordas populistas de abril de 1953 al incendiar el aristocrático Jockey Club de Buenos Aires no conformaron su furia destructiva con lo que de por si ya estaban haciendo, sino a mas se ensañaron con la bellísima escultura, lujo y orgullo nacional, mutilándola por placer y cobardía… Un poco de esa historia, entre verdades y fantasías noveladas conto muy luego Beatriz Guido en “El Incendio y las Vísperas”…
Pero sucede que, volviendo al tema de marras, lo que nos está aconteciendo a los argentinos en general, a los correntinos en particular es triste por la cuasi indiferencia en la que nos sumimos. No estamos tomando las medidas del caso, “o el toro por los cuernos” para hacer mas castiza la expresión. Estamos perdiendo la conciencia agobiados por las urgencias cotidianas, y la ciudad de todos parece ser o terminar siendo, la de pocos o la de nadie. Nos estamos acostumbrando a ello, y nos desentendemos de la defensa de su patrimonio, de nuestro patrimonio escultórico que está sufriendo las vejaciones más dolorosas, sin que medien razones para explicarlas o entenderlas. Simplemente, desaprensivos e ignotos ciudadanos que se suponen son poco menos que imberbes, o no -en muchos casos no- atacan nuestros monumentos y los destrozan en el mezquino placer de pasar el rato, de tal vez, no sentirlos como propios, y por sobre todo de la gran ignorancia de los que son, expresan significan, esos monumentos, y a quienes los debemos. Doble valoración por cierto, una intrínseca, el monumento y su conmemoración en sí mismo, y extrínseca, la otra, quien lo hizo, quien lo ideó, quien plasmó su sueño en ellos.
Esto nos lleva a otras cuestiones como ser la necesidad de una mayor concientización docente al respecto, de hacer carne y en serio aquella frase célebre de los grandes de la Generación del 80 “educar al soberano”.
La emisión del último programa “En el Camino” con el periodista y escritor Mario Marcik como conductor, realizado íntegramente en Corrientes y dedicado a su historia, mostró en sus imágenes aspectos lastimosos que nos despertaron verguenza ajena.E l bello monumento a Mitre -a quien ya hace tiempo lo despojaron de su espada- y a las Cautivas, ubicado en emblemático lugar del Parque homónimo, antiguo Campo de Marte y escenario funesto y sangriento de una de las batallas más terribles y dolorosas de la América Hispana, “la Batería”, lucía para verguenza de todos, pintarrajeado literalmente, olvidado y destruido, tristemente manoseado, y no por que no se tomaran las medidas para su puesta en valor, que las hubieron hace unos años, con los costos consabidos de esfuerzo humano, de restauradores y elementos, con decisiones claras y precisas para su restitución al recorrido urbano, sino que sencillamente no se lo valoró en esa costosa y sacrificada recomposición que experimentó, y volvió a caer en el toqueteo del grotesco irrespetuoso de los delincuentes que consumen sus horas entre el tedio, la haraganería y la tilinguearía propia de los inútiles.
Corrientes, lo decíamos, puede mostrar al país una herencia histórica, artística, cultural de primer orden, y en el aspecto escultórico mucho, curiosamente, pero aun sin la conciencia conservacionista y valorativa que debe primar en principio, en su sociedad, y en final como política pública de Estado. Tal vez valga recordar que el citado Monumento a Mitre y las Cautivas, en verdad un grupo escultórico que reune bronce, mármol y piedra en torno a un obelisco que se yergue sobre el río y debe, seguramente desde este, ofrecer una magnífica imagen de imponencia, tiene una belleza singular y llamativa. Inaugurado hacia 1941 en acto público, fue concebido por el eximio escultor argentino Luis Perlotti cuya casa en Buenos Aires atesora un museo dedicado a su memoria. A propósito, valga la recordación, en el escritorio y biblioteca de la casa historiada de los Cabral de Corrientes, aquella mansión fantasmal de la calle Tucumán, hay una fotografía auténtica de este artista trabajando en torno a su proyecto, y aun mas, entre cartas de Juana de Ibarbourou y otros escritores de su tiempo, una maqueta sobre este monumento que el mismo Perlotti obsequió a los descendientes de una de las cautivas, Da. Jacoba Plaza de Cabral, una maqueta tan parecida, no igual, a la que se guarda en el Museo Histórico de Corrientes junto a otras maquetas de Perlotti referidas a monumentos varios que ofrendó a nuestro pueblo. Porque a decir verdad, fue, Perlotti, el gran escultor de los años veinte-treinta para Corrientes.
Este grupo escultórico de Mitre y las Cautivas siguió al Mausoleo levantado a la memoria del Gobernador Genaro Berón de Astrada en el atrio de la Iglesia Catedral Metropolitana, una tumba que no por sus medidas sino por su estilo y conformación ameritan el título auténtico de Mausoleo. Y esto viene a cuento, pues una vez, por medios periodísticos, un reconocido historiador nos cuestionó públicamente que llamásemos mausoleo a la tumba de Berón de Astrada, recordándonos cuál era el origen de la palabra y su relación con el famoso y viejo Rey Mausolo…Otro asunto.
Sobre un triángulo rodeado por esculturas de bronce que alegóricamente simbolizan la Patria, la Libertad y la Constitución, ideales que levantó Corrientes en sus Cruzadas Libertadoras contra la Tiranía Rosista, se yergue una gran urna de bronce en cuyas fachadas laterales el escultor expresó en sobre relieves, escenas importantes de la historia de Corrientes. Bronce y mármol conforman la tumba en memoria del Mártir de Pago Largo, un mausoleo que mereciera el título de Sepulcro Histórico Nacional, desde 1946, y como tal se encuentra, en el ámbito de la Catedral Metropolitana, el primer templo de la Provincia bajo cuyas bóvedas de cañón corrido, yacen también, casi en el anonimato incomprensible, otros ilustres prohombres de Corrientes. Esa tumba de Berón de Astrada llegó en algún tiempo a un grado de deterioro lastimoso solo salvado cuando se puso en valor el atrio catedralicio y se le restituyeron elementos a la propia tumba por entonces sumida en el más absoluto abandono. Es que ni siquiera nuestras tumbas, como en el viejo Egipto, se han librado de sus propias rapiñas.
Fue Perlotti también quien ideó el no construido monumento ecuestre al Gobernador Genaro Berón de Astrada, sobre la Costanera vieja, en 1939. A el mismo se le debieron la estatua en tamaño natural del Gobernador Mariano Indalecio Loza que se alza en el patio neoclásico de la Escuela Normal homónima de la ciudad de Goya, como que al mismo Perlotti se le encomendaron los bustos de Juan Gregorio Pujol, en el patio externo de la Escuela Normal de Maestras -como era entonces “de Maestras”- de Corrientes, un altorrelieve en una de las galerías internas conocida como “Las Tejedoras”, los bustos de Mariano Moreno, en la Escuela N°4 de la Ciudad, de Domingo Faustino Sarmiento en el señalado Parque Mitre, y también en la Escuela N° 2, el de Belgrano, en los interiores de la Escuela Graduada N°1, el Cristo Resucitado que corona la bóveda de Vidal, y la de Nalda en el Cementerio San Juan Bautista, etc.
Afortunadamente el historiador Hernán Felix Gomez en su “Lugares y Monumentos Históricos de Corrientes” o en su “La Ciudad de Corrientes” se tomó el tiempo y el esfuerzo de recopilar información e inventariar los emblemas de la Ciudad. Esas obras son el referente memorioso al que acudir cuando queremos recuperar el arte y la historia de una sociedad que pierde conciencia de lo que fue, primer síntoma que los antiguos atribuían a la decadencia de las civilizaciones.
Enfrente mismo de la Catedral, en tantas veces despojada Plaza Cabral, la plaza que tuvo menos suerte de todos los espacios verdes a partir de las desafortunadas intervenciones sufridas desde principios de los setenta, y que, a decir verdad, hoy está mas digna de lo que estuvo en los últimos tres lustros, se alza sobre un insulso monumento que desplazó al pedestal historicista original, la estatua del Sargento Juan Bautista Cabral, fundida con el bronce de los cañones españoles, y debida a otro destacadísimo escultor Camilo Romairone, en 1887, cuyas obras valoradas en toda la Nación, son orgullo de la Patria. Es, parece, la única obra de Romairone en la ciudad y en Corrientes lo que lo colocan en situación de pieza única. También conformaban el conjunto del monumento al menos las dos estelas rectangulares originales que se conservan, y algo mas, que ya no existe, o se lo llevó alguien mas que el viento.
Otra plaza, entre tanto, llamada indistintamente “Plaza de la Cruz” o “Plaza José Ramón Vidal”, para volver hoy a ser denominada como originalmente la conocía la sociedad, guarda en el centro mismo, sobre un pedestal de piedra roja, la estatua del gran héroe civil de la fiebre amarilla que azotara la ciudad en 1871 tras la gran contienda de la Guerra con el Paraguay. Es el monumento al Dr. José Ramón Vidal, una obra hecha en bronce por otro ilustre escultor argentino, Juan Carlos Oliva Navarro, del que los correntinos casi nada sabemos, no por desconocerse su vida y obras, sino por -como en los casos de Perlotti y Romairone- no saber que sus obras están entre nos.
Sobre el pedestal de Vidal, en sus cuatro fachadas de piedra están insertas en cuatro rectángulos, escenas de la epidemia y de los héroes civiles que acompañaron heroicamente, por amor a la comunidad, en tiempos en que toda la población huía despavorida a sus campos, sus quintas, sus estancias, tratando de confundirse y pasar desapercibida, escapar de la epidemia que con su guadaña desgarradora hacía víctimas a diario. Junto a estas inmortales escenas cuajadas en cuadros de sobrerrelieve, los nombres de los practicantes inmolados, en letras de realce. De las cuatro allí habidos, ninguna queda. Alguien o muchos se ocuparon de quitarlas de su sitio y llevárselas sin que jamás fueran restablecidas. Un nuevo daño se había cometido, no al monumento solo, a la sociedad en su conjunto que deja que le roben sus bienes mas preciados.
En 1928-29, hurgando los depósitos del Congreso Nacional, aquel gran Gobernador de Corrientes que supo ser el Dr. Benjamín Solano Gonzalez, tal vez el mandatario que mas y mejor se ocupó de la cultura de los correntinos -y de quien se decía por su cercanía y amistad con el Presidente Yrigoyen este hizo retrasar la “intervención reparadora radical” sobre el gobierno conservador de Corrientes- halló entre las esculturas que la gran Lola Mora había hecho para el edificio del Congreso Nacional, una estatua de mármol de Carrara que representaba al Gral. Carlos María de Alvear. Ya por entonces, se había eclipsado la estrella de Lola y torpes ciudadanos, politiqueros de pacotilla y mandamás de turnos se arrojaban la autoridad de cuestionar sus obras y suponerlas obcenas…. Pero eso es también otra historia. Al encontrar la magnífica escultora que Lola Mora dedicó a la memoria del Gral. Alvear, el Dr. Gonzalez que no era manco en cuestiones de saber, invocando el supuesto origen correntino de Alvear, gestionó el traslado de la estatua y muy pronto esta se levantó sobre un bellísimo basamento, también de piedra roja, adornado con bronces y alegorías representativas de la heráldica nacional, en el área fundacional original de 1588, monumento que en verdad parecía estar en la periferia de la ciudad de entonces, en las intersecciones de las avenidas Costanera y 3 de Abril, pero que hoy constituye una inmejorable ubicación en lugar estratégico y permanentemente visitado. Sin embargo, pocos saben que este bellísimo monumento es de la primera gran escultora argentina, Lola Mora, y aun hoy, entre el olvido y la desidia, y alguna que otra pieza de bronce quitada, pasa desapercibido.
Irónicamente no ocurre lo mismo con otra escultura emblemática de la ciudad, que todos la conocen y a todos llama la atención e incluso generó en su tiempo acalorados debates cuando el Padre Esteban Bajac, uno de los más ilustres historiadores, poeta clásico y sacerdote ilustrado a la europea como que era un fiel representante de la formación sólida y profunda del clero de entonces, opinó que era una burda imagen de la mujer indígena correntina y que mas valía arrojarla al fondo del río que mostrarla como emblema de las féminas. Era y es la Taragüi, primer premio escultórico del año 1936 en el Salón Nacional de aquel año, premio por cierto para el correntino Amado Puyau, un artista que no tuvo la mejor suerte al verse truncada su vida tempranamente y habiendo pasado a la inmortalidad por esta su obra, su única obra de valor conocido, que no obstante ello, y de guardarse su maqueta en el Museo de Bellas Artes de Corrientes, este bronce, al alcance de la mano de todos, -como que fue pensado para alzarse sobre una escultura- ha sufrido todos los ataques posibles y las faltas cometidas en su contra por desaprensivos, acaso por traviesos alumnos del Nacional, primero, y por ignotos habitantes de la ciudad que descargan como con el monumento a Mitre y a las Cautivas, sus iras, sus retorcidos pensamientos, acaso, sus frustraciones y sus mediocridades.
En suma, y en conclusión, sin que esto sea ni pretenda ni tan siquiera parecer un inventario, que no lo es, del arte escultórico en Corrientes a través de sus principales representantes a nivel nacional, -ya de hecho el Prof. Marcelo Fernandez se ha ocupado del tema en otro momento- al menos los citados son obras elocuentes del arte de los argentinos que a los correntinos nos toca en suerte y nos llama a la responsable conservación de los mismos. Ahora bien, sabido es que el olvido y la desidia, la ignorancia y la inconciencia han conducido al estado calamitoso interminable y desaprensivo que nos conmueve. Cuál será entonces la respuesta?. Muy sencillo. En otras partes del país ya se ha hecho, y en tanto no sepamos respetar estos nuestros monumentos públicos, valiosos porque nos representan y por toda la riqueza que encierran en formas, pensamientos, autores, ameritan en principio, ser restaurados, recuperados, iluminados y finalmente enrrejados.
Las vallas serán los heraldos que custodiarán el arte para salvarlo de los ultrajes, de las las intemperancias de los marginales, de sus ansias destructivas, y hasta tanto las libertades se las entiendan en su real magnitud.
Lo contrario sería mantener lo que a modo de título encabeza esta pobre reflexión.
Datos del Autor
Miguel Fernando Gonzalez Azcoaga
Profesor en Historia y Geografía y Licenciado en Historia. Nativo de Itatí. Miembro de Número de la Junta de Historia de Corrientes, del Instituto Correntino de Ciencias Genealógicas, del Instituo de Investigaciones Históricas y Culturales de Corrientes y Director del Museo Histórico de Corrientes "Tte. de Gdor. Manuel Cabral de Melo y Alpoin". Es autor de libros y folletos sobre Historia de Corrientes.
Fuente: Corrientes Opina