miércoles, diciembre 29

Emotivos reencuentros con las raíces españolas

Añoranzas y Raíces son dos programas del gobierno español que permiten a nativos o sus descendientes volver a esas tierras. Más de 20 socios de la Comunidad Castellana viajaron entre 2009 y 2010.
Para Otilia Mateos hubo un antes y un después en su vida a partir de haber tenido la posibilidad de viajar a España. Era su tierra natal y había tenido que dejarla 51 años atrás. Lo mismo le ocurrió a su compañero de viaje, Marcelino Castro, hijo de emigrantes españoles, y a Matías Valls, bisnieto de inmigrantes de ese origen.
Ellos fueron tres de los más de 20 socios de la Comunidad Castellana de Santa Fe que fueron seleccionados por la Junta de Castilla y León para participar en los programas Añoranzas y Raíces. Esto les significó viajar a aquel país en 2009 y 2010, conocer sus paisajes, su gente, y poder ponerse en contacto con sus familiares.
Por este motivo, la institución organizó el denominado Encuentro de Viajeros de ambos programas, que les permitió contar sus experiencias y vivencias, en la nueva sede de la institución: San Martín 2876, primer piso.
Pero éste no fue el único logro de la Comunidad Castellana: otro de sus socios, Ángel González, fue beneficiado el año pasado para participar en un programa de la Federación de Sociedades Castellanas Leonesas, denominado Castilla y León, destinado a socios activos de todos los centros que tuvieran entre 40 y 60 años. Asimismo, María Virginia Grigolatto -otra socia- fue becada en 2009 entre otros universitarios para cursar sus estudios de posgrado en España. Es farmacéutica e hizo un posgrado en industria farmacéutica en la Facultad de Farmacia de la Universidad de Salamanca.

Emilce Arroyo Pastor, presidenta de la Comunidad Castellana, recordó que “entre 2009 y 2010, 23 personas viajaron por los programas Añoranzas y Raíces, que promueve la Junta de Castilla y León en cuatro de sus nueve provincias: Salamanca, Burgos, León y Zamora, aunque hasta ahora la Comunidad ha sido beneficiaria solamente en el programa Añoranzas de León y de Burgos”.
Estos programas permiten el regreso a España de aquellos que sean oriundos o descendientes directos de éstos, pero tienen que ser mayores de 65 años, en mayores de 60 o hasta 35 años, según cada programa, cumplir con la documentación que los respalde para postularse.
“La Comunidad Castellana sólo hace de intermediaria en estos programas, para que sus socios tengan a posibilidad de viajar y reencontrarse con sus raíces”, aclaró.
SENTIRSE COMPLETO
“Para mí fue algo muy especial porque hacía 51 años que no iba a España, que no veía a mis familiares (tengo una tía y primos), si bien hablaba con ellos por teléfono. He llorado muchísimo porque ha sido una experiencia muy fuerte”.
Otilia llegó a nuestro país cuando tenía 15 años, en 1959, y por eso el regreso fue tan impactante. “Volví a buscar mis raíces porque siempre decía que me faltaba algo en la vida. Por eso siento esa alegría por haber vuelto, me siento completa, volví a ver lo mío. Si bien estaba todo cambiado volví a ver la casa donde nací y las otras dos donde me crié. Lamento que no estén mis padres para contarles lo que vi”.
En su viaje, Otilia encontró una prima por parte de su padre que no sabía que tenía, motivo por el cual también pudo armar algo de esa historia familiar a partir de sus relatos. “Ahí sentí que estaba completa”, admitió, y adelantó que “toda mi vida estaré agradecida a la Comunidad Castellana por esta oportunidad y ahora tengo una deuda con ellos: hacer más socios”.
La intención de la Diputación para estos viajes es que los oriundos se reencuentren con sus familiares y tratar de que, si en algún momento han habido diferencias, sean olvidadas a partir de este retorno.
Contrariamente a los otros viajeros, Otilia prefirió “quedarme en el hotel y que mis parientes vinieran a estar conmigo, distinto de otras personas que iban a pasar el día a las casas de sus familiares”. No obstante, realizó todas las actividades y visitas previstas.
“La Diputación nos atendió de lo mejor; los argentinos en León nos llevaron a recorrer viñedos; hemos estado en distintos lugares y nosotros los invitábamos a conocer Santa Fe. También visitamos las Cortes de Castilla y León y nos recibieron muy bien. Me pusieron “la llorona’ porque lloraba siempre: éramos 6 oriundos en el grupo, yo sola de Santa Fe, y la que más grande vino a Argentina. Vi todo cambiado, hermoso; no sé si cuando vuelva a ir lo veré tan lindo. Creo que ir fue tocar el cielo con las manos; nunca pensé que iba a sentir tanta emoción”.
ME CAMBIÓ LA VIDA
Marcelino Castro tiene 67 años y pudo viajar a la tierra de sus padres “gracias a la generosidad de una hermana, ya que ella había sido seleccionada en el programa Añoranzas. Insistió para que yo viajara y la presidenta de la Comunidad Castellana puso a disposición sus herramientas institucionales para conseguirlo”, relató.
Y admitió: “El día que me confirmó que podía viajar me cambió la vida; es muy probable que físicamente sea el mismo pero espiritualmente soy otra persona. El viaje es muy especial para nosotros y nuestros sentimientos. Pude conocer el pueblo donde nació mi papá y en el que nacieron y murieron mis abuelos, que es un pueblo de montaña, minero, con muy pocos habitantes (unas 200 personas). Fui a la parroquia y asistí a misa y tuve la inquietud de saber si había documentación del bautismo de mis padres. Lógicamente estaba ese documento, en esa parroquia, donde mi padre fue bautizado en 1901. Me lo traje y significa para mí un testimonio de que mi padre pretendía que nosotros conociéramos su tierra y sus quehaceres, que eran muy precarios. Vivían de lo que cosechaban, tenían el establo dentro de la casa, adonde vivían con sus cabras y vacas”.
Antes de volver, Marcelino decidió ir al terreno en donde sus padres “cosechaban la papa, el tomate y otras verduras y me traje un poco de tierra en un frasco. La tomo como una herencia -no económica sino material- que me dejó mi padre: la tierra de su pueblo, en León, España. Es un motivo de orgullo haber conseguido esto”.
Este hijo y nieto de inmigrantes tuvo la posibilidad de convivir con sus primos, quienes lo recibieron cálidamente. Quedó tan agradecido y en relación con ellos que decidió “comprarme una notebook para comunicarme más fluidamente porque el teléfono pasó a ser un elemento obsoleto y, además, los horarios son diferentes. La mejor manera de comunicarnos es a través del mail y como no sabía nada de computación también estoy aprendiendo para lograrlo”.
GRACIAS, DE CORAZÓN
Por último, Marcelino contó que “mis compañeros me eligieron para hablar cuando fuimos recibidos por las autoridades el primer día. Nos ofrecieron un discurso muy sentimental pero veía que no había una devolución, a pesar de que todos estábamos agradecidos. Era bueno poder hablar y me atreví a decir un discurso”.
Según recordó, sus palabras hicieron referencia a que “el sueño de todo emigrante es volver algún día a su tierra y mi padre pudo cumplirlo en 1952. Por eso, en el bicentenario de mi patria quiero rendir homenaje a todos esos inmigrantes que sufrieron el desarraigo y que encontraron en Argentina un lugar para vivir, crecer, trabajar y formar una familia”.
La presidenta de la Comunidad Castellana dejó una última reflexión sobre la experiencia vivida por estos santafesinos. “Hubo un antes y un después a partir de este viaje. Desde la institución gerenciamos, hacemos eventos culturales, tenemos becarios, pero hay algo muy importante: jamás perdemos de vista el poder devolver a estas familias que forman la vida institucional esta posibilidad. Uno siente que el deber está cumplido y que nosotros somos una circunstancia y tenemos la gratificación de haber devuelto la alegría a estas personas”.
Los santafesinos que viajaron a España contaron sus experiencias.
La ley de la vida
Ángel González también viajó a España en 2009. Con sus 60 años, era su primer viaje en avión y la adrenalina también fluía porque iba a conocer la tierra de sus padres.
P1000766.JPG“Sinceramente nunca pensé que podía viajar. Fue tocar el cielo con las manos y no tengo palabras de agradecimiento. Cuando me llamaron de Buenos Aires me preguntaron si estaba sentado, ya que me tenían que dar una noticia: que preparara la valija que me iba a España. Se me vino el mundo abajo. Cuando le dije a mi señora se largó a llorar porque ella me empujó para presentarme, y ahora quiero volver si es posible porque fue precioso”, reconoció.
Participó de un sorteo entre más de 20 socios de la Comunidad Castellana, que tienen entre 40 y 60 años, que se habían postulado para esta oportunidad. Y la suerte lo acompañó: resultó suplente del sorteo pero finalmente viajó porque la titular no pudo cumplimentar con la documentación que le requería la federación que reúne a estas instituciones en el país.
“Quería de corazón que pudiera haber ido mi padre, emigrante que vino a la Argentina, pero quedó acá. Nos hablaba de su España y de sus cosas y siempre nos fueron quedando aquellos comentarios, pero le decíamos que ahora estaba en la Argentina. Con los años empezó a decir que le gustaría volver a España para ver de nuevo su tierra, pero se fue”, lamentó.
LLORABA COMO UN CHICO
Ángel llegó a la tierra de su padre gracias a que un señor de la diputación de esa región que ofreció llevarlo. “Me dejó en la mina, que pude ver a pesar de que estaba cerrada. Empezó a nevar, lloré. Parecía un chico, no podía creerlo porque soy fuerte. Era mi viejo el que estaba ahí, no era yo. No se me ocurrió ir a la iglesia del pueblo sino que fui a un bar, al lugar de reunión de la gente. Me arrimé a un hombre y llamó a su padre, el dueño del bar. Cuando le conté que buscaba a personas de apellido González me dijo que él también era González y que el 50 ó 60% de las personas llevaban ese apellido. Fue muy emotivo”, relató.
Y concluyó: “No tengo palabras para agradecer por esto. Tengo un hijo emigrante que viajó hace 6 años a España, quien cerró el círculo que hizo mi padre. A mí tampoco me gusta que esté allá pero es la ley de la vida. Además, quiero contar que Sebastián y Silvina González, mis otros hijos, también participaron del programa Raíces en 2009”.

Los viajeros se ponen en contacto con sus familiares españoles.
También los jóvenes
“Iba a la tierra de mis bisabuelos, pero fui en nombre de todos los demás de mi familia”, reconoció Matías Valls, de 23 años, uno de los jóvenes santafesinos seleccionados para participar en el programa Raíces.
Respecto a su postulación para el viaje, contó que “tengo un hermano mellizo y nos habíamos inscripto los dos, pero sólo podía viajar uno por familia. Quedé como titular y él como suplente mío, así que si yo no viajaba lo podía hacer él. Hasta un día antes de partir no sabía qué hacer.
Fui el único que viajé de Santa Fe en el mismo grupo de todo el país y a través de Facebook pude contactarme con algunos de los otros chicos de otras provincias del programa”.
Según contó, “fue una experiencia única desde todo punto de vista. Tenía la referencia de un familiar que hacía 30 años que se había ido pero no sabíamos nada de él. Cuando llegué a España, desde la diputación me pidieron sus datos para contactarlo. Sabía que era un hombre mayor pero no sabía cómo le iba a caer que yo llegara. La idea era que el primer fin de semana la pasáramos con nuestras familias”.
Matías pudo ponerse en contacto con su tío y acordaron encontrarse ese domingo en la plaza principal del pueblo que los unía. “Cuando llegué no tenía referencias de cómo era este hombre, sólo que era mayor y canoso; la plaza estaba llena y era más fácil que él me reconociera a mí. Al rato llegó un hombre que me preguntó si era Matías, y me dijo que era mi tío. Fue bastante duro pero lindo (se emocionó). Quería que él me contara cosas de mi familia. Para cualquiera que viaja es una experiencia que te hace ver otro panorama, te posiciona diferente”.
La institución sólo intermedia para proponer los candidatos a estos viajes.

TEXTOS. MARIANA RIVERA.

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