EL fallecimiento de un ser querido es un hecho doloroso cuyo reflejo público ha cambiado a lo largo del tiempo al paso de la sociedad. Las esquelas, el duelo, el luto, han sufrido en los últimos cien años transformaciones, algunas evidentes, otras no tanto.
Por ejemplo, las esquelas son hoy muy parecidas a las que se publicaban hace un siglo. Casi todas tienen una cruz, aparece el nombre del difunto, el de sus familiares y el lugar y la hora de las honras fúnebres. Pero en su texto esconden modificaciones que son un reflejo de las que ha sufrido la sociedad.De hecho, incluso en una sociedad tan pequeña como la navarra la esquela del periódico es un imagen de su variedad. Javier Mendívil, gerente del Tanatorio San Alberto, recuerda que "en Pamplona es intocable, todo el mundo la quiere en su seguro de deceso", mientras en algunas localidades la costumbre lleva a utilizar esquelas murales que se colocan en lugares transitados del pueblo.
Las esquelas publicadas en los periódicos son herederas de las esquelas impresas (hoy solemos llamarlas recordatorios) que daban cuenta del fallecimiento de una persona. De hecho, en 1904, una de las publicadas en Diario de Navarra advertía: "No se reparten esquelas", lo que hace suponer que en ese momento era todavía habitual hacerlo.
<p> Aún hoy, conservan un retazo de los tiempos en que existía un
lenguaje de las tarjetas de visita (del mismo modo que hubo un lenguaje
de los abanicos), que se aplicaba doblando algunas esquinas de la
cartulina, para referirse a una boda, una comida o un funeral. Las
esquelas de agradecimiento simulan un doblez en la esquina superior
izquierda, de " despedida="">
Adiós al dolor público
Conforme avanza el siglo XX el dolor es algo cada vez más íntimo, que deja de expresarse fuera del círculo más cercano. Desde los años setenta, desaparecen de las esquelas los adjetivos que revelan la pena de los familiares: ya no hay una "apenada esposa", un "desconsolado esposo", unos "resignados padres", unos "afligidos hermanos". Al tiempo que en la calle se extiende el tuteo, se les ha ido despojando del tratamiento a los familiares, que antes extendía el don y el doña a cada adulto.
Y también se aprecia que nueras y yernos han adquirido un estatus de mayor cercanía con el resto de la familia: ya no se separa a los hijos de los hijos políticos, sino que aparecen todos juntos.
Según resalta un representante de tanatorio Irache, una de las novedades que se ha registrado en los últimos años es la aparición en la esquela de los familiares fallecidos, cuyo nombre aparece junto a una cruz.
Pero no sólo los familiares están presentes en las esquelas. La figura del director espiritual, el sacerdote que orientaba personalmente al fallecido, aparece en los años 20, se mantiene especialmente entre los años 40 y 70 y sigue presente, aunque de forma muy esporádica, en las esquelas del siglo XXI; su presencia es muy llamativa, ya que encabeza la lista de familiares, por delante del cónyuge o los hijos.
En los últimos tiempos ha aparecido un nuevo fenómeno. En ocasiones, la relación de familiares la cierra un nombre, normalmente de mujer, a veces evidentemente extranjero, de una cuidadora que ha acompañado al fallecido en los últimos años de su vida. En otras, está el agradecimiento a la institución médica (habitualmente un servicio de paliativos, o de oncología) que ha atendido al enfermo.
Afortunadamente, hoy es excepcional ver una esquela de un niño en el periódico, pero no era así en el tiempo en que la mortalidad infantil, a pesar de los avances médicos que empezaban a implantarse. En los años veinte era costumbre fijar la edad del niño en meses y, así, se puede leer en una esquela de octubre de 1920 que un pequeño "subió al cielo el día 10 del corriente, a los 80 meses de edad", es decir, con más de seis años y medio.
A partir de los años 90 se popularizan en las esquelas unas frases situadas por encima del nombre del difunto. Junto a citas bíblicas como "Yo soy la resurrección y la vida", y su continuación "El que crea en mí vivirá para siempre", aparecen expresiones de afecto "gracias por tu bondad, gracias por tu cariño", pequeños fragmentos de poemas...
La esquela social
También es en este tiempo cuando empieza a socializarse la esquela, como muestra de cariño o afecto a un recién fallecido: no sólo publica la esquela la familia, o la empresa, algo que durante mucho tiempo ocurría en el caso de propietarios o directivos. La esquela se extiende a los amigos (y en esta tierra puede reflejarse la pertenencia a varias cuadrillas), a los compañeros de práctica deportiva o de hobbies, a los compañeros de trabajo... La esquela deja de ser un mero aviso de un fallecimiento para convertirse en una especie de homenaje al difunto.
Y, aunque la esquela es esencialmente un anuncio de una ceremonia fúnebre, católica en prácticamente la totalidad de los casos, también ha sufrido, de forma tal vez inconsciente, la secularización del entorno. Mientras durante casi todo el siglo XX los familiares "suplican encomienden a Dios el alma del finado en sus oraciones", "suplican a sus amistades le tengan presente en sus oraciones", en la actualidad, en su mayor parte, "invitan a los funerales", o "agradecerán su asistencia" a ellos.
Estos pequeños anuncios de un funeral evolucionan con la familia y las diferentes crisis que va sufriendo a lo largo de los años. La familia compuesta por los cónyuges y los hijos ya no es la única que anuncia el fallecimiento. En ocasiones las esquelas cuentan o insinúan una historia familiar compleja: varios matrimonios, hijos o hermanos que aparecen al margen de la relación oficial, por así decirlo, de los familiares, o incluso relaciones que perduran más allá del fallecimiento y que proclaman cada año un amor más poderoso que la muerte.
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