Solo en un quinquenio, hubo al menos 25
expediciones negreras en Galicia. Fue entre 1916 y 1820, cuando el
puerto de A Coruña, convertido en uno de los vértices del triángulo del
tráfico de esclavos de África a América, vivió la edad de oro de la
trata, un episodio sobre el que los historiadores pasan de largo y cuyas
fuentes públicas han sido borradas para preservar el origen de muchas
fortunas
ISABEL BUGALLAL A CORUÑA
Tenían nombres tan inocentes como Noticioso, La Herculina, La Mariquita o
La Mariposa. Y otros más confesionales como Pura y Limpia Concepción,
Jesús María y José o San Juan. Los próceres coruñeses bautizaban de ese
modo a los bergantines, galeones y fragatas con los que hacían la trata
de negros, una actividad sobre la que los historiadores pasan de
puntillas o evitan, a pesar de su importancia en el comercio del puerto
de A Coruña, que en el primer tercio del siglo XIX se convirtió en uno
de los vértices del tráfico triangular con África y América.
Ahora
que el cine americano muestra en la película Lincoln, de Spielberg, los
esfuerzos de aquel presidente por abolir la esclavitud en su país, y
que incluso Tarantino trata a su modo el espinoso asunto en Django
desencadenado, es una ocasión para volver sobre un pasado coruñés poco
conocido y que dio lugar a las mayores fortunas de la ciudad.
Estos
comerciantes formaban parte de una incipiente burguesía que se debatía
entre el Antiguo Régimen y el liberalismo. Era la élite de la época,
instalada tanto en la esfera de los negocios como de la política.
No
había distinción entre absolutistas y constitucionalistas a la hora de
enriquecerse, y la trata de esclavos ocupó a unos y a otros, que se
afanaron por igual en destinar sus barcos al tráfico de esclavos -mano
de obra barata para los ingenios azucareros y otros duros trabajos-
cuando el comercio colonial palidecía.
La edad de oro de la trata
de negros en Galicia fue entre los años 1816 y 1820 y estuvo dirigida
sobre todo por coruñeses. Solo en esos años, se llevaron a cabo al menos
25 expediciones negreras y el número de esclavos transportados a Cuba
por armadores gallegos ascendió a 6.854. Este auge negrero fue
consecuencia de la abolición de la esclavitud (1808) en Inglaterra, que
aprovecharon los armadores españoles para hacerse con los barcos
negreros ingleses y sus infraestructuras. Se calcula que en esos años
los negreros españoles introdujeron en Cuba unos 111.000 esclavos.
Pero
apenas queda hoy información sobre el comercio gallego de esclavos.
Solo ha quedado su rastro en los documentos privados de los colegios
notariales.
"En Galicia han sido destruidas prácticamente todas
las fuentes públicas que podían haber aportado información directa sobre
la trata: el encubrimiento social de los descendientes de los negreros
les obligaría, con toda probabilidad, a ocultar el origen de sus
fortunas", sostiene Luis Alonso Álvarez, catedrático de Historia
Económica de las Instituciones de la Universidade da Coruña, autor del
libro Comercio colonial y crisis del Antiguo régimen en Galicia,
1778-1818.
Pero ¿quiénes se dedicaban a la trata de negros?
Fundamentalmente, armadores, comerciantes dedicados a la exportación de
curtidos, vinos y aguardientes, reexportadores y salazoneros de sardina,
en su mayor parte venidos desde Cataluña, muchos de los cuales habían
llegado a la ciudad atraídos por la liberalización del comercio a
finales del siglo XVIII. No solo catalanes; también, vascos, riojanos de
Cameros, asturianos y algún valenciano, que vieron en los comercios
marítimos con ultramar la posibilidad de hacer fortuna alrededor del
puerto coruñés. Una oligarquía profundamente endogámica, en la que todos
emparentaban con todos y formaban sociedades mercantiles cruzadas, y en
la que no faltaban prestamistas, inversores e importantes propietarios
de fincas rústicas y urbanas.
De ese constante tejido de intereses
y apellidos aún quedan vestigios y a poco que se escarbe en la
genealogía familiar algunos coruñeses se encontrarán con aquellos
nombres. De otros nombres solo queda el esplendor pasado reflejado en
sus abandonados panteones del cementerio de San Amaro.
Bartolomé
de las Casas, José Blanco, Marcial Francisco del Adalid, José Arias,
Francisco Romeu, José Mens, Manuel Sierra, José Fullós, Jaime Dalmau,
Juan Bautista Larragoiti, Selisis, González del Valle, González Pola,
Bartolí, Gurrea, Donato, Salvador Rivera Pecarrere, Antonio Santiago de
Llano, Martín de Torres Moreno... Ellos fueron, con Juan Francisco
Barrié, algunos de los negreros coruñeses.
Esos hombres,
espoleados por la profunda crisis del tráfico colonial tras el
establecimiento del comercio directo de los europeos con las colonias
españolas en América, vieron en la trata la manera de obtener beneficios
y de esquivar los riegos que podía entrañar invertir en
industrialización.
Juan Francisco Barrié D' Abadie, de origen
francés, llegó a ser el principal negrero. Propietario de una de las
fábricas de sombreros más importantes de la época, organizó un total de
trece expediciones, una cifra muy por encima de otros comerciantes
coruñeses (Casas y Blanco le seguían a gran distancia, con cuatro
expediciones cada uno).
Barrié, prohombre liberal, condecorado con
la Legión de Honor francesa y Caballero de la Orden de Carlos III, optó
por la trata "atendiendo a la situación deplorable en que se halla
nuestro comercio y teniendo la noticias de que algunas expediciones
dirigidas a la costa de Guinea a efecto de conducir negros a La Habana
habían producido decentes resultados" .
Como él, también Romeu,
José Ramón Santos o Adalid, entre otros muchos, se refirieron a la
crisis del comercio colonial para justificar el tráfico de esclavos, que
España se había comprometido con Inglaterra a abolir en 1817 pero
quedaría en papel mojado a lo largo de buena parte del siglo y Estados
Unidos hizo efectiva en 1865 gracias al tesón de Lincoln para incorporar
la prohibición en la XIII enmienda a la constitución.
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