martes, julio 26

Archivo parroquial de Puchuncaví

Desde el bautizo de una "niña india" hasta la defunción de un cura soldado que luchó en Maipú contiene el histórico registro de la parroquia local, una de las cinco más antiguas del país.

Con ocho días de diciembre de 1691 puse óleo y crisma a india de edad de seis meses, hija legítima de Deliciano y Rosa, india de Lampa. Fueron padrinos Mariano López y madrina Josefa Valdés, de que doy fe, Juan Francisco de Arce y Torres". Anotado con tinta desgastada sobre un papel amarillento, aún se puede leer la primera inscripción del antiguo libro de bautizos que hace 320 años abrió la parroquia Nuestra Señora del Rosario, en Puchuncaví, V Región. El templo es uno de los cinco más antiguos del país.

Treinta y un libros componen el registro bautismal. Completan el archivo otros ocho libros de matrimonio, donde está anotado el primer casamiento de "Bartolo Indio", hecho en 1698, y 12 ejemplares de defunciones que datan de 1697: "Entierro menor", se lee, "niño de dos meses, hijo de Francisco Mondaca y Lucía de Toro, natural de Panquehue".

Las antiguas partidas hasta hoy prestan servicio a familias de la zona. Con ellas se resuelven temas de herencia, líneas genealógicas e investigaciones académicas.

"Muchas personas acuden para completar su árbol genealógico y también para resolver temas de herencia. Vienen aquí a pedir certificados de defunción del 1800", cuenta el padre de la parroquia, Andrés Valenzuela.

No fue hasta 1885, con la Ley de Registro Civil, que la Iglesia en Chile perdió poder en lo administrativo. "No había municipalidades, la autoridad era el párroco y con mucha injerencia en todo, partiendo por las inscripciones de bautizos, que equivalían a inscripciones de nacimiento", explica Guillermo Herrera, investigador de la historia local y concejal.

Los archivos, añade, son "uno de los orgullos mayores del patrimonio local", y la única posibilidad de contar hechos reales de los que aquí estuvieron. "Son de incalculable valor, únicos, no hay copias, y por eso nos preocupa que no hayamos logrado hacer una conservación que los proteja de incendios o desastres".

Indios, españoles, mulatos y mestizos -tal como quedaron registrados en sus nombres- figuran en las añosas páginas. También hay partidas de nacimientos con apellidos Jáuregui, Ibáñez, Fernández, Ogaz, Del Toro, Torres, Verdejo y Bernal, entre otros.

Aunque una inscripción llena de orgullo a los locales: en 1834 se registró a José Velásquez Bórquez, quien años después fue general en la Guerra del Pacífico y ministro de Guerra del Presidente José Manuel Balmaceda. En Puchuncaví, el club deportivo, calles y colegio llevan su nombre.

No menos singular es el registro de defunción del 17 de abril de 1852, del mismo párroco que bautizó a Velásquez: Juan Manuel Benavides Mujica, quien figura como cura, soldado, diputado y párroco de Puchuncaví. Proveniente de Quillota -y hermano de María del Carmen, hoy "Beatita Benavides"-, como capellán militar combatió de sotana por la Independencia. Tal fue su desempeño, que ascendió a coronel y en 1826 fue electo diputado, y luego vicepresidente de la Cámara.

Desde 1809 que esta iglesia es parroquia. Abarcó desde el río Aconcagua, por el sur, hasta Zapallar, Catapilco y Palos Quemados, por el norte. Pero un siglo antes, los primeros clérigos llegaron a adoctrinar en la fe católica a los indígenas del valle de Puchún cahuín, o "donde sobran o abundan las fiestas".

La iglesia fue reconstruida tras el terremoto de 1906, pero su tabiquería de adobe y madera y las vigas maestras de pino oregón canadiense resisten el armazón central y original. El campanario fue remodelado hace 20 años.

En su interior está la imagen de la Virgen del Rosario, patrona de los agricultores y del templo. La historia cuenta que fue traída en 1692 por un inmigrante genovés que acompañó a Pedro de Valdivia. Mientras que el Vía Crucis que cuelga de sus paredes tiene casi un siglo de antigüedad. El altar mayor es de madera y cubierto por láminas de oro. "Christian Mahlknecht. Escultor y constructor de altares. Tirol", dice la inscripción. El altar fue embarcado en Austria y llegó a la pequeña caleta de Maitencillo. De ahí habría sido tirado por una yunta de bueyes, cuenta Herrera.

FUENTE: http://diario.latercera.com/

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