La madre Vitoria es de las pocas ciudades en tener nombre y apellido. Sus hijos, los habitantes del territorio, también heredaron una heráldica compuesta, que les distingue de otros linajes, tanto por su peculiaridad como por ser la mejor conservada en todo el Estado.
Vitoria-Gasteiz es una de las pocas ciudades que puede presumir de tener nombre y apellidos. Una denominación que se refiere tanto a Nueva Victoria, la denominación que así le dio el rey Sancho VI cuando fundó la villa en 1181, como a la colina que ocupaba el primitivo poblado de Gasteiz. Una seña de identidad que no sólo se ciñe a la capital alavesa, ya que los habitantes de Álava también lucen con orgullo la singularidad de sus apellidos. Aunque más bien si algo distingue a la heráldica de este territorio es la pluralidad, ya que se trata de apellidos compuestos, como Ortiz de Zárate o López de Arana, que los hace inequívocos fuera de estas fronteras. Un mismo apellido incorpora tanto el nombre del padre (Pérez, hijo de Pedro), como el toponímico local, es decir, el lugar del pueblo de origen de la estirpe (Heredia), siempre precedidos del de.
"Que tengan esta preposición no es algo único de Álava porque también se dieron mucho en la zona norte de Burgos o Bizkaia. Pero en este territorio histórico se han conservado mejor porque abundaban y, al haber tantos, siempre queda un legado muy grande", explica Ricardo Álvarez Lacalle, un proyectista que durante décadas trabajó para un estudio de arquitectura hasta que un día decidió hacer de su hobby su profesión.
"Desde siempre he tenido la afición. A mis primos de mi segundo apellido les explicaba los orígenes del linaje por los documentos que tenía en casa. Un día se acabó el fondo y empecé a investigar por mi cuenta hasta dónde se remontaba mi árbol genealógico", añade este hombre diplomado en Genealogía, Heráldica y Derecho Nobiliario. "Te sorprendes de las cosas con las que se encuentra uno investigando. Por ejemplo, en mi caso, descubrí que mi mujer, María Jesús Gómez de Salazar y yo éramos primos en octava generación".
Una anécdota que atrajo la curiosidad de un amigo suyo por querer tirar del hilo de su dinastía, al igual que también lo hicieron 6.000 familias a las que ha investigado sus antepasados a lo largo de treinta años de profesión. "Estudio apellidos vascos y del resto del Estado, aunque en alguna ocasión también me han pedido alguno extranjero. Pero como se suele decir, ¡no se le puede poner puertas al campo!".
Recuperación Su carné de investigador del Ministerio de Cultura le permite el acceso a los archivos civiles y eclesiásticos. Un pasaporte útil a la hora de abrirse puertas para buscar pruebas que confirmen que el apellido Martínez llevaba tras de sí un De Larrea. "Son muchas las personas que quieren recuperar su apellido compuesto. Hay una sensibilidad especial en Álava porque éste vuelva a sus orígenes", relata.
Y no se trata de pérdidas que se puedan contar con los dedos de la mano. Abundan los apellidos alaveses mutados o limitados en un simple García. Olvidados en el tintero de los escribanos, de su desidia ocasionada, sobre todo, durante los primeros años del Registro Civil, allá por 1871. "No era raro que pondrían "fue hijo de Manuel Martínez y se olvidaran del De Marigorta". Por esta omisión, Álvarez Lacalle lo tiene claro a la hora de encontrar antepasados: "Lo mejor es recurrir a los fondos de la Iglesia al conservarlos mejor".
Los documentos eclesiásticos incluso remontan la dinastía familiar a los siglos más lejanos. El motivo de ello se debe a que la Santa Sede fue la primera en descubrir la necesidad de dejar por escrito los sacramentos de sus fieles. Así lo acordó en el Concilio de Trento (1545-1563). "Aunque, por fortuna, en Álava ya existía la costumbre de hacer las partidas, en las que el párroco ponía que tal vástago era hijo de tal padre y de tal madre. Con el paso del tiempo, a mediados del XVII, en la provincia se va completando la información al incorporar también los datos de los abuelos".
No cabe duda de que esta tradición alavesa facilitó la tarea en el momento de recuperar un apellido compuesto. "Para obtener el expediente de Certificación de Errores, el Registro Civil exige antes de la primera inscripción mal escrita que aparezca escrito en su totalidad en dos generaciones seguidas". Lo que significa que para restituir el brillo original se debe retrotraer a siglos pasados, porque en dos generaciones "ya nos plantamos en 1871".
Dura investigación Álvarez Lacalle recuerda con especial orgullo la búsqueda que le sumergió en el linaje del cardenal Eduardo Martínez Somalo, -mano derecha del Papa Juan Pablo II, al ser su secretario de Estado- por ser "muy gratificante a pesar de que tuve sólo dos meses para realizar el trabajo". El encargo lo hizo la coral Manuel Iradier para hacerle un regalo al monseñor de Baños del Río Tobía, ya que éste llegaba a su despacho riojano en julio. "Al principio tenía miedo de encontrarme algo en su familia que pudiese afectar a su carrera eclesial. Al final, por voluntad propia, renuncié a mi derecho de propiedad intelectual para quitar dudas de si podía aprovecharme en un futuro de hacer público sus datos".
Al religioso le sorprendió tanto el trabajo del experto en heráldica que la audiencia se alargó más de la cuenta. "Era sólo de un cuarto de hora, de 19.00 a 19.15 horas y, al final, salimos a la 20.15 horas y me dio la medalla de plata número 121 porque dijo que se trataba de una verdadera tesis doctoral".
Tras tres décadas de investigaciones genealógicas, a Álvarez Laca-lle, que se jubila el año que viene, le queda una espinita clavada. "Con mi primer apellido sólo pude llegar hasta el abuelo de mi bisabuelo. ¡En casa del herrero, cuchillo de palo!", dice ya resignado.
Agurtzane Salazar
noticiasdealava.com
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